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El diestro sevillano Antonio Barrera convierte una Ikurriña en muleta

el 14 ago 2012 / 20:25 h.

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No era la primera vez. El diestro sevillano Antonio Barrera ya había armado su muleta con una Senyera, hace casi un año, en uno de los últimos festejos que se celebraron en la plaza Monumental de Barcelona, tristemente clausurada a lomos de un nacionalismo excluyente. La tierra hoy es otra pero los vientos abolicionistas son los mismos. Bildu quiere aprovechar su mayoría en las instituciones guipuzcoanas para asestar un golpe de gracia a la fiesta de los toros, que podría vivir sus últimos días en la Semana Grande de San Sebastián. La plaza de Illumbe, el moderno recinto multiusos que levantó el recordado Manolo Chopera, está en el punto de mira de la formación nacionalista, que también empieza a esbozar su asalto a la plaza de toros de Vitoria.

Pero Barrera se ha convertido en un maestro en estos golpes de efecto y ayer usó la Ikurriña como muleta, pero sobre todo como bandera de la libertad de una fiesta universal que se encuentra en una encrucijada después de haber rebasado muchas fronteras. El torero cortó una oreja armado con tan singular engaño sabiendo que la imagen -que a veces vale más que mil palabras- se iba a convertir en la foto indiscutible de la jornada más allá de los resultados taurinos de un festejo que, ése es el problema de fondo, no logró congregar más de unos cuantos centenares de aficionados en los modernos escaños del recinto cubierto.

El nacionalismo abertzale, emulando el abolicionismo taurino catalán, ha aprovechado la debilidad de la fiesta en Donosti para intentar asestar el golpe de gracia. Ya lo intentaron en otros lugares cercanos pero el tiro salió por la culata. En su feudo de Cestona, con una larguísima tradición taurina a sus espaldas, recurrieron a un referéndum que les acabó saliendo adverso. Los vecinos decidieron por amplísima mayoría que los toros siguieran prestando la estampa más conocida de su bella plaza mayor, convertida cada año en efímero coso taurino. En esa tesitura, saben perfectamente que no les conviene dar más pasos en falso. Sólo en las plazas que atraviesan momentos delicados o bajones de afición es posible culminar un ataque que se viene a sumar a la propia crisis de una Fiesta que está acusando la tremenda recesión económica.

La actual plaza fue inaugurada en 1998. Se ponía fin así a una larga sequía taurina que se había iniciado en 1973 al derribarse el antiguo coso de El Chofre. La piqueta llegó a lomos de la especulación inmobiliaria y los cambios sociales de una ciudad que había dejado de ser el balneario de la alta burguesía madrileña que poblaba los tendidos de aquel coso neomudéjar. Pero aquella plaza no fue sustituida por otra entonces. Tuvo que pasar un largo cuarto de siglo y el mal ya estaba hecho. La reinstauración taurina que abanderó la familia Chopera no logró revocar los cambios de una sociedad que a esas alturas se parecía muy poco a la de los años de vino y rosas de la Bella Easo: la política, las gentes, la antigua clase y los viejos aficionados ya eran otros. La Ikurriña se convertía ayer en bandera de libertad en manos de Antonio Barrera. Se conseguía la imagen, que será el cliché de muchas portadas. Mucho más difícil será conseguir que vuelvan los aficionados a los tendidos donostiarras. Con la plaza llena, las bravatas de Bildu serían sólo fuegos artificiales.

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