Estaban todos los que tenían que estar: el otorgante y los agraciados. Ninguna autoridad política acudió ayer a recibir al embajador de la República Checa, Karel Beran, en su visita oficial al colegio concertado Calderón de la Barca, del Centro, que resultó honrado con uno de los premios artísticos más prestigiosos a nivel internacional.
Jamón, queso, canapés, cerveza y zumo sobre el mantel de papel de un par de improvisadas mesas de ceremonia. Aunque no eran los bombones de las recepciones del embajador, los nervios de los profesores por los preparatorios se esfumaron en cuanto el representante checo echó mano del tentempié antes de irse con prisas.
El propio embajador lo asumió: "Es mi culpa". Para esta visita, la pintoresca vía usada por la secretaría de la embajada obvió los habituales pasos protocolarios y recurrió a lo sencillo: dar cuenta de la cita directamente a la encargada del taller de arte, Tannia León, la responsable de que los niños premiados participaran en la 37 edición del International Children Exhibition of Fine Arts.
A pesar del percance, el delegado provincial de Educación, José Jaime Mougan, consiguió hacer un hueco de urgencia en su agenda y se prestó a acudir. Lo que finalmente imposibilitó su presencia fue un adelanto en la hora de visita del embajador, puesto que el ministro de Exteriores checo también se prestó a venir, aunque al aeropuerto de San Pablo. "Mi jefe viene y le tengo que recibir", se disculpó Beran. Su jefe, Jan Kohout, era uno de los 27 ministros de exteriores de la Unión Europea que ayer se dieron cita en la cumbre de Córdoba.
Como consecuencia, en su adelantada visita acompañaron al diplomático la profesora, el director del colegio, Ricardo García, y Miguel Vega, presidente de la Asociación Andaluza de Centros de Enseñanza de Economía Social (ACES), a la que pertenece el colegio. "Le dije a Ricardo que no se liara, porque de la forma en la que lo estaban gestionando iba a ser algo sencillo", comentó éste último.
Y así fue. Cercano, afable, y tan detallista que no sólo ofreció regalos para todos los 16 participantes, sino que, a la hora de estrenar el libro de visitas con una página entera, repasó una y otra vez lo suscrito hasta que se aseguró de que estuviera en perfecto castellano. "Te apruebo", acertó a decirle el director.
"Quizá deberíamos copiar un poco el sistema", reflexionó después este profesor regente acerca de la poco ortodoxa conexión de la institución educativa con la diplomática. "La carta de presentación de su país son los niños", recalcó. Y es que el premio otorgado conmemora desde 1967 la muerte de niños en este poblado checo "borrado del mapa por los nazis" en 1942, como contó el embajador. Y una de las condiciones clave del concurso -auspiciado por la comisión checa para la Unesco- es que los diplomas y las medallas en la categoría internacional han de ser entregadas en mano.
De esta forma los recibieron Marco Gervasini Martínez, de 7 años; Punam Marañón Cintas, de 12, y Ekaitz Zambrano, de 7, los tres merecedores de una mención honorífica. En boca de sus padres, los niños llevaban unos días "flipándolo" porque la entrega la realizaba "el embajador de nosedónde". "Cuando sea mayor se dará cuenta de su importancia", dijo de Punam su madre, Rosa Cintas. Para todos ellos la figura de Tannia, la profesora, es ejemplar: "Sabe sacarles lo mejor".
El embajador Beran pronto habría de marcharse a recoger a su jefe con el destino puesto en Córdoba y un propósito: la voluntad de fomentar intercambios de alumnos checos con colegios de Sevilla. "Pero todo eso cuesta dinero, y las administraciones están como están", lamentó el director.
Más tarde, a la hora acordada, hizo aparición el inspector del centro, José Eugenio Carretero, en representación de la delegación de Educación. Pero el embajador ya no estaba allí.
