b. ruiz / m. ruz
Santa Marina es uno de los enclaves castizos de Sevilla. De su corazón procesiona un año más en la madrugada del Domingo de Resurrección la hermandad de La Resurrección, sita en la calle San Luis, y que protagoniza el epílogo a una semana de emociones y estampas para el recuerdo.
Tras su palio, con la inmortal imagen de la Virgen de la Aurora, nace la nostalgia y la sensación de que el último aliento cofrade se escapa camino de Santa Marina.
La corporación de la calle San Luis tratará nuevamente de que la salida en la sigilosa y solitaria madrugada no se repita el año próximo y que el regreso por la Alfalfa ya sea con el calor del gentío del Sábado Santo. Podría ser la última estampa en el convento de Santa Ángela a primera hora de la mañana, la última chicotá hacia la Catedral con el frío calado en los huesos y la cera derretida, y también la última marcha a la entrada con el sol acariciando el pórtico de la iglesia mudéjar de Santa Marina.
La hermandad ha cuidado los detalles de forma milimétrica y sueñan con eso, con que podría ser su última presencia de madrugada en las estrecheces de San Luis.
Uno de los estrenos más significativos, y no de enseres precisamente, será la interpretación de la marcha Amor de Santa Marina, compuesta por Pedro Morales y que sonará desde las primeras chicotás en busca de la Campana.
