Cultura

"El éxito de Belén Esteban es inevitable, como la fealdad en la Naturaleza"

Después de publicar poesía y relatos en los últimos tiempos, el mallorquín afincado en Sevilla Eduardo Jordá vuelve a los anaqueles de novedades con ‘Lo que tiene alas'.

el 14 jul 2014 / 11:00 h.

Eduardo Jordá, un todoterreno de las letras en estado de gracia. / Pepo Herrera Eduardo Jordá, un todoterreno de las letras en estado de gracia. / Pepo Herrera El título del último libro de Eduardo Jordá, Lo que tiene alas (Fundación Lara), se debe a un célebre aforismo de Joubert: «Todo lo que tiene alas está fuera del alcance de las leyes». Y se refiere a la necesidad de acercarse a los textos clásicos tratando de leerlos con la mejor luz posible, que no siempre es la que proyectan sobre ellos los estudiosos y académicos. A través de una serie de ensayos que van de Gógol a John Cheever, pasando por Raymond carver, Melville, Henry James o Kawabata, este mallorquín afincado en Sevilla ofrece su idea de la literatura como lo hizo antes al frente del taller de lectura que coordina en la capital hispalense desde hace casi diez años. «Ahora que hay tantos talleres de escritura, creo que lo primero que hay que formar es a buenos lectores. Si un taller lograesto, será capaz  también de formar a escritores competentes. Pero solo se puede enseñar a utilizar tus recursos: el talento no se aprende», advierte el autor, quien define la lectura como «la cartografía de un territorio inexplorado. Se trata de adentrarse en él con sumo interés y suma curiosidad, para descubrir cosas que tal vez no sabíamos que existían». En est sentido, Jordá subraya que los textos de solapa o de contraportada a veces conspiran contra el lector, condicionando o reduciendo su visión. «Se podría escribir un libro con los grandes engaños de estos textos», bromea. «Yo defiendo que no hay que fiarse de nadie más que de uno mismo, y de unos pocos lectores en los que uno tenga confianza. Pero lo mejor es dejarse llevar por la propia experiencia lectora». Por otro lado, Lo que tiene alas pone de manifiesto el gusto de Jordá por ir más allá del texto estricto, por plantear desde nuestro sillón favorito las mejores preguntas: «Hay críticos prejuiciosos que solo quieren fijarse en detalles circunstanciales. Yo defiendo la exploración del enigma de la identidad y de la vida que hace toda obra de verdad. Eso es lo importante», agrega. A veces, reconoce el autor, un exceso de conocimiento puede lastrar esa búsqueda. «Hay un momento en que haber leído demasiado te bloquea. Se parece mucho al futbolista embotado de estudiar vídeos de partidos y lanzamientos de penalty. Puede ser perjudicial, pero a la vez te abre puertas, señala qué camino seguir. y sobre todo te enseña a distinguir la buena forma de narrar, que hace todo fluido, verídico y natural, de la mala novela, que es como esas películas ambientadas en la Roma clásica o el siglo XVIII en las que de pronto asoma el micro del sonidista. Una buena novela siempre tiene un sedimento de verdad. Si encontramos ese sustrato, lo encontramos todo». No obstante, Jordá sabe que «los buenos lectores son siempre minoritarios, en España puede haber entre 5.000 y 10.000, no más», calcula a ojo de buen cubero. Y ante fenómenos como el éxito literario de Belén Esteban, se encoge de hombros y dice: «Es inevitable, como la fealdad inevitable de la Naturaleza. Pasa en todas partes. Pero lo siento por los lectores que se han gastado 20 euros en su libro». ¿Canon sí o no? «Soy partidario de acudir a él, que siempre es fiable, pero también dejarse llevar por el azar. Abrir el libro que te ha llamado la atención en una librería por el título, la portada o la trama. Hay que combinar ambos sistemas», afirma. Mientras sigue dedicando muchas horas semanales a la lectura de sus clásicos y de autores más recientes, Jordá no abandona su faceta de autor de ficción: «Tengo lista una nouvelle, de unas 90 páginas. A ver si consigo colocarla en una buena editorial», apostilla.

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