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El insecto misterioso

A pesar de su robusto aspecto de catedral, el Museo de Historia Natural de Londres encierra en sus paredes millones de animales disecados, gigantescos esqueletos de dinosaurios, minerales de belleza sobrecogedora, incluso una multitud de bichos repulsivos.

el 15 sep 2009 / 08:56 h.

A pesar de su robusto aspecto de catedral, el Museo de Historia Natural de Londres encierra en sus paredes millones de animales disecados, gigantescos esqueletos de dinosaurios, minerales de belleza sobrecogedora, incluso una multitud de bichos repulsivos. La botánica, la paleontología, la mineralogía y la entomología, reinan en un venerable espacio del siglo XIX, que oculta a la mirada de los visitantes un grupo de discretos y pacientes individuos, que dedican toda una vida a conservar, investigar o restaurar. Como Max Barclay, un joven británico con una pinta canónica de entomólogo, aunque realmente se comporte como un Indiana Jones de los bichos. De hecho, recorre los frondosos bosques tropicales como los de Tailandia, Bolivia o Perú, en su calidad de coleccionista jefe de insectos del museo londinense.

Un individuo hasta ahora bastante anónimo, que ha sido noticia por algo insólito. Mientras trabajaba concentrado, en el convencimiento de que su hijo de cinco años gozaba en ese momento de un pacífico picnic en el jardín centenario del Museo, su vástago entraba alborozado con un pequeño insecto entre sus manos. Cuando Barclay depositó teatralmente el animalillo en la palma de su mano, de pronto intuyó que se encontraba ante algo inesperado.

Tras diversas y concienzudas investigaciones, estalló en una sensación de incredulidad tras comprobar que era un insecto hasta la fecha desconocido, con una tipología totalmente impropia de la ciudad de Londres. Un hecho que Barclay se explica por la sutil invasión en territorio británico, en los últimos años, de insectos, arañas y escarabajos de otras latitudes. Una masiva migración que hasta ahora se ha explicado por la creciente atemperación del rigor de los inviernos ingleses debida al cambio climático; con una prensa británica que no ha dudado en atribuir la procedencia de estas molestas visitas a Italia, España y el sur de Francia.

Max ha añadido al argumento del cambio climático, una exótica explicación basada en los efectos de la ampliación de la Unión Europea. Aunque ya conocíamos algunas posturas británicas poco complacientes con Bruselas, hay que reconocer la originalidad de tan peculiar idea. Barclay ha establecido que el periodo de tiempo en el que los efectos del actual cambio climático hayan podido influir en la conducta de los insectos, coincide con el levantamiento de barreras comerciales en el seno de la Unión Europea.

Dicho de otra manera, expresa su convicción de que el auge del comercio internacional guarda directa relación con estos imperceptibles cambios. Max puede estar provocando, sin pretenderlo, una polémica sin conclusión fácil. Hasta ahora se desconoce reacción institucional alguna. Ni siquiera un simple comentario, con el gracejo habitual de Silvio Berlusconi o la arrolladora personalidad de Nicolas Sarkozy. La realidad y destino de Europa en la personalidad de un simple bichito. La sorpresa que habita alrededor de un humilde sándwich británico, en una templada mañana de picnic.

Abogado

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