Local

El juego de los castillos

Hace unos días entré en Alcalá de Guadaíra por la Venta de la Liebre; después de años y años volvió a sorprenderme el paisaje de ese camino, con los farallones de albero y el castillo altivo coronando el caserío. A la visión que tendrían Andrea Navaggiero o Washington Irving...

el 15 sep 2009 / 23:25 h.

Hace unos días entré en Alcalá de Guadaíra por la Venta de la Liebre; después de años y años volvió a sorprenderme el paisaje de ese camino, con los farallones de albero y el castillo altivo coronando el caserío. A la visión que tendrían Andrea Navaggiero o Washington Irving, el puente del dragón -guardando nuevos caminos- y el limpio cubo del teatro añadían elementos enriquecedores a un conjunto del que siempre se ha separado el castillo, como si fuera una construcción militar aislada y no la cúspide de un barrio, una acrópolis que, para no diferenciarse del Hradcany de Praga, tiene dentro su catedral.

Se diferencia sin embargo -de él y de todos los que con esas características existen en Europa o de las medinas norteafricanas- en no pregonarse junto a los que poseen idénticos parámetros en otras ciudades medias que rodean Sevilla. Se invierten sumas respetables en restaurar los castillos (recientemente se ha abierto el de Luna, de Mairena, y se piensa hacer lo mismo con el Alcázar de Arriba, en Carmona) pero no se pone en valor ni cada conjunto urbano, ni la singular tipología de todos ellos para crear el estereotipo que permita fijarlos en la oferta turística y lograr una corriente continua de visitas.

Claro que para ello sería necesario abordar la cuestión de un modo similar a como lo hicieron hace más de medio siglo los economistas John von Neumann y Pricenton O. Morgenstern en su libro Theory of Games and Economic Behavior y creérsela. Allí examinaban las distintas opciones ante un juego con el binomio "victoria-derrota" y llegaban a la conclusión de que la única posibilidad real de ganar a largo plazo estaba en rechazar el intento de ir en solitario y optar por la colaboración. O sea, el esfuerzo mancomunado que aquí nos cuesta sangre, sudor y lágrimas emprender.

Antonio Zoido es escritor e historiador

  • 1