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El milagro de cada 15 de agosto

La salida de la Virgen de los Reyes por la Puerta de los Palos resultó multitudinaria un año más. Un cortejo rejuvenecido con adolescentes y la ausencia de vallas, notas más destacadas.

el 15 ago 2010 / 14:46 h.

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Rejuvenecida más que nunca en su cortejo, exenta de vallas en el recorrido y sin honores militares a la patrona. La de ayer fue la procesión de la Virgen de los Reyes más juvenil de las que se recuerdan. Con un cirio entre sus manos, más de un centenar de benjamines y jóvenes –con edades desde los 3 hasta los 25 años– se incorporaron ayer por vez primera al madrugador cortejo del 15 de agosto secundando la sugerencia del arzobispo de Sevilla de potenciar el protagonismo del colectivo más bisoño de su rebaño en vísperas de la celebración en 2011 de la Jornada Mundial de la Juventud.

En una procesión que apenas deja resquicio a la innovación, pequeños y adolescentes se situaron casi en la cabecera del cortejo, abriendo la representación de cirios de la asociación de fieles de Nuestra Señora de los Reyes y San Fernando. Y detrás del paso, otra variación. Revestido con la mitra y el báculo, Juan José Asenjo ocupaba por vez primera la presidencia eclesial de la procesión desde su designación como arzobispo titular de la sede, escoltado a derecha e izquierda por el vicario general de la diócesis, Teodoro León, y su predecesor en el cargo, Francisco Ortiz.

Con la novedad de la ausencia de las vallas que años atrás delimitaban por entero su recorrido, la procesión de ayer resultó, una vez más, multitudinaria. Quizás se haya notado este año que la crisis ha dejado en tierra a más de un frustrado veraneante, pero lo cierto es que, a diferencia de otras ediciones, ayer se hacía harto complicado continuar desde fuera el tránsito de la Virgen por el perímetro catedralicio ante las aglomeraciones que se producían en las esquinas del recorrido.

Era noche cerrada aún en Sevilla cuando miles de fieles, muchos peregrinos a pie procedentes de la cornisa aljarafeña y pueblos limítrofes, encaminaban sus pasos hacia la Catedral para asegurarse un buen sitio al paso de la comitiva. Entre los madrugadores, triunfan las sillas plegables para soportar la espera. La gama es de lo más variada: con y sin respaldo, tipo hamaca y modelo bastón de paraguas, sin duda el más utilizado por su cómodo transporte. Alguien, no obstante, debería poner coto a esta moda. Vean, si no, en estas mismas páginas la improvisada tribuna con la que se topó la patrona nada más rebasar el cancel de la Puerta de los Palos. Primera línea de playa en plena plaza de la Virgen de los Reyes. Y algunos, hasta con mochila y chanclas.

A pesar de la hora tempranera, en el interior de la Catedral la temperatura va en aumento. Mientras se organiza la procesión, en la Capilla Real se reza la oración de laudes. Los integrantes del cortejo utilizan sus papeletas de sitio como abanico. Es el propio arzobispo de Sevilla quien hace sonar por vez primera el león que sirve de llamador al paso de la patrona. Uno... dos... y al tercer toque tiemblan tenuemente las mil varas de nardos que perfuman el palio de tumbilla.

Tras una primorosa levantá a pulso, el paso de la patrona desciende la rampa del altar de la nave del crucero y, aupado por 25 pares de zapatillas blancas, encamina sus pasos hacia el claroscuro de la Puerta de los Palos a los sones del Himno Nacional, interpretado por el órgano catedralicio. La imagen del Niño Jesús cabecea juguetonamente en la falda de la Virgen.

Antes de cruzar el dintel de la puerta, el arzobispo estrecha la mano del alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, que aguarda en una orilla incorporarse a la procesión. Unos vienen y estrenan sensaciones, como es el caso del arzobispo, y otros se despiden del bastón de mando, caso de Monteseirín, que ayer vivió su última procesión agosteña de chaqué siguiendo la estela del palio de tumbilla. Dicen que se le vio emocionado en algún momento de la procesión cuando algún que otro ciudadano se le acercó para mostrarle su gratitud y desearle suerte para el futuro. Aunque también tuvo que oír algunos reproches entre el público por la ausencia de vallas. “Es la crisis”, contestó el alcalde entre bromas y veras. “¿Querrán que las paguemos nosotros?”, se preguntaba maliciosamente (o no) un miembro de la asociación de fieles de la patrona.

A las ocho en punto de la mañana, en medio de un imponente silencio, sólo roto por el bronce de las campanas de la Giralda y por los acordes del Himno Nacional interpretado por la antigua Soria 9 –sin que ello suponga le rendición de honores a la imagen, aclaran desde Defensa–, la Virgen de los Reyes regalaba su candorosa sonrisa gótica a los cientos de devotos arracimados en la plaza que lleva su nombre.

Se iniciaba así un medido recorrido de menos de noventa minutos –a las 9.15 horas el paso alcanzaba de nuevo la Puerta de los Palos– en el que los silencios se entremezclaron magistralmente con las salutaciones a la Señora a cargo de los antiguos alumnos de la Escolanía Virgen de los Reyes, con los repiques de la Turris Fortissima y con los sones marciales y de procesión de la antigua banda del Soria 9. 

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