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El padre de Mari Luz

En medio de la tensión desatada y salvándose de la cutrez negligente que destila a veces la Justicia, se ha abierto paso la voz de Juan José Cortés, el padre de Mari Luz, la niña asesinada en Huelva. Ahí, en el centro del debate, axfisiado por un dolor que ni adivinamos, ha impartido una lección en tres capítulos: serenidad, mesura y ciudadanía. Es pastor evangelista.

el 15 sep 2009 / 02:26 h.

En medio de la tensión desatada y salvándose de la cutrez negligente que destila a veces la Justicia, se ha abierto paso la voz de Juan José Cortés, el padre de Mari Luz, la niña asesinada en Huelva. Ahí, en el centro del debate, axfisiado por un dolor que ni adivinamos, ha impartido una lección en tres capítulos: serenidad, mesura y ciudadanía. Es pastor evangelista

Hay veces en las que las gentes más sencillas nos deslumbran. Ocasiones en las que los que más sufren proporcionan ejemplos inalcanzables para otros que se pasan el día fingiendo martirologios canónicos. El ejemplo de Juan José Cortés durará mucho tiempo. Nos acostumbramos a su rostro dolorido, su palabra medida y su expresión de espanto sereno a las pocas horas de la desaparición de su hija. En cada momento gestionó sus declaraciones con una categoría extraordinaria. Cualquier persona puede imaginar el quebranto que esa familia sufría durante las angustiosas primeras horas de ausencia de Mari Luz en el barrio del Torréon, en Huelva. Los días que siguieron, el padre mantuvo intacta su capacidad de comparecer ante los medios sin perder el sitio. Dominó el escenario de la protesta desde la legitimidad de la pérdida, sin permitir que la ira se liberara.

Fue hallado el cadáver y volvió a ser el hombre ejemplar, el ciudadano que nos pareció desde el principio. ¡Qué hermosa palabra: ciudadano¡ En ella se recoge lo mejor de nuestra tradición, lo más querido de nuestras convicciones, lo que queremos y debemos ser. Entonces, vimos que su rostro desencajado se transformaba en otro dolor distinto: el de la certeza de la muerte violenta de su hija. Siempre dijo que desde sólo horas después de perderla de vista para siempre tuvo la convicción de que el hoy presunto autor de los hechos era el culpable. Tanto que estuvo en su casa: el hoy detenido le franqueó la puerta del domicilio y Juan José salió de allí convencido de que su certeza se agrandaba. Pero en ningún momento actuó con la irreponsabilidad de quien busca culpables a primera sangre. Ni clamó venganza ni exigió culpables sin pruebas. Ni montó coléricas manifestaciones a las puertas de cualquier sospechoso ni perdió los papeles bajo el foco de los medios. Secundó pacíficas manifestaciones y atendió a la opinión pública en cada momento con mucho sentido común. Y casi tres meses después fue detenido el presunto asesino. El mismo que él tuvo bajo sospecha desde el primer día, el pederasta condenado que le abrió la puerta de su casa en su mismo barrio, ése que andaba en libertad por una negligencia judicial imperdonable que ha tenido una consecuencia irreparable.

La reacción de Juan José Cortés ha vuelto a ser impactante: desde su dolor ha llamado a los ciudadanos a confiar en la justicia. "No quiero venganza, sólo quiero la más justa de las justicias". Juan José es pastor evangelista, cuya iglesia lo ha arropado y llevado en volandas desde el primer día. Ignoro si ser evangelista imprime carácter, no sé si sus creencias religiosas y su credo tienen algo que ver con su actitud, pero él ha sido un embajador de privilegio para su Iglesia. Menudo ejemplo ha dado Juan José frente la furibundia maniquea y la iracundia incontenida de los practicantes y algunos miembros de las élites de otras de las religiones más extendidas por todo el planeta.

Su ejemplo no merecía la ira popular y colectiva desatada en Huelva a la llegada del presunto asesino. Gente con menos heridas que él han destemplado los acontecimientos, trasladando una sensación falsa y han cometido una injusticia. Con su actitud, Juan José ha logrado que compartamos su dolor y nos hemos sentido miembros de una sociedad mejor, plena de convicciones democráticas. Imposible trasladar un ejemplo más reconfortante en una situación más adversa. Ha dicho que sólo quiere reanudar su vida, seguir predicando y sacar a adelante a sus otros dos hijos sin que les afecte tanto espanto. Sostiene que lo que le ha sucedido no se lo desea ni al asesino de su propia hija. Y nos ha dejado tiritando y abochornados. A ver si aprendemos algo.

ahernandez@correoandalucia.es

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