Cultura

El paraíso perdido del poeta sevillano Rafael Montesinos

Ortiz Nuevo no para de trabajar. El pasado sábado estrenó en el Maestranza El paraíso perdido, en homenaje al poeta sevillano Rafael Montesinos. Con una excelente música y una sencilla puesta en escena, sus versos recobraron vida.

el 15 sep 2009 / 23:54 h.

Ortiz Nuevo no para de trabajar. El pasado sábado estrenó en el Maestranza El paraíso perdido, en homenaje al poeta sevillano Rafael Montesinos. Con una excelente música y una sencilla puesta en escena, sus versos recobraron vida.

En un país que es capaz de darle la Medalla de las Bellas Artes a un torero como Fran Rivera o el Nacional de Música a un cantaor como Miguel Poveda, dejando con dos palmos de narices al Lebrijano y al mismísimo Paco de Lucía, se suelen hacer también obras como la que José Luis Ortiz Nuevo ha creado en honor de Rafael Montesinos, el poeta de Sevilla menos popular entre los flamencos, aunque fuera un fino platero de la palabra y el Lord Byron de las soleares. Nunca van a ser reconocidas estas proezas culturales, sino todo lo contrario: Ortiz Nuevo tendrá que ponerle dos velas al Gran Poder si quiere girar con esta obra. Eso o hacerse yerno de la duquesa de Alba, aunque sea a estas alturas...

No ha sido una maravilla esta última creación del poeta de Archidona, empeñado en ser nada menos que actor cómico-flamenco. Lo bueno de esta aventura es que pone en boca de los cantaores unas coplas que merecen ser cantadas, aunque el laborioso trabajo de adaptación no haya logrado que algunas entren sin calzador en la cuadratura. Tampoco es que esperáramos mucho más, porque los cantaores están tan hechos a cantar sólo el coplero tradicional de lo jondo, que ante una nueva letra se ven como el buscador de espárragos que se encuentra con un toro suelto en la dehesa: sin saber para dónde tirar.

Los espectáculos del poeta de Archidona se caracterizan por la ausencia de sobresaltos, pero son elegantes y cuida siempre los detalles. No fabrica ingenios, pero suele aportar un toque de originalidad en la música, que es lo mejor de Paraíso perdido, con un pianista que además canta de maravilla, Diego Amador -el único que cuadró bien los versos de Montesinos- y el guitarrista Miguel Ángel Cortés, que nos llevó al Edén con su música. Esperanza Fernández se vio un poco perdida, a pesar de que los leía en un atril. Y Jesús Méndez, el joven cantaor jerezano, sonó muy flamenco pero tampoco dominó del todo la situación. Isabel Bayón, a la que Ortiz Nuevo puso a cantar sevillanas y con la que se atrevió a bailar agarrados, cumplió su cometido con su conocido desparpajo, al igual que el gran guitarrista jerezano Alfredo Lagos. Entre todos, con una puesta en escena sencilla y con Ortiz Nuevo como conductor de la obra desde el mismo escenario, dando vida al poeta sevillano al que se homenajeaba, lograron de una forma elegante y alejada de los tópicos que los versos de Montesinos nos besaran apasionadamente el corazón. Un trabajo loable, sin duda, que merecería una buena prima. Pero no nos hagamos ilusiones, porque un día de estos le pueden dar la Medalla al Mérito del Trabajo a Belén Esteban o al hijo de Julio Iglesias.

Creemos que Rafael Montesinos no perdió el Paraíso: lo encontró cuando le dijo adiós a Sevilla con esta soleá: No sé cómo puede ser/, que una tierra tan hermosa/ sea a la vez tan cruel.

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