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El patriotrismo de Trillo y Aznar

No sé si Federico Trillo hizo el servicio militar -en sus tiempos, como en los míos, era obligatorio- pero sí sabemos que José María Aznar no lo hizo, aunque todavía no conocemos las razones que le impidieron realizar ese servicio a la Patria...

el 16 sep 2009 / 03:33 h.

No sé si Federico Trillo hizo el servicio militar -en sus tiempos, como en los míos, era obligatorio- pero sí sabemos que José María Aznar no lo hizo, aunque todavía no conocemos las razones que le impidieron realizar ese servicio a la Patria. En mis tiempos, los que se querían escaquear de la mili alegaban estrecho de pecho, miopía, sordera, pies planos o locura; sería curioso averiguar las alegaciones de Aznar para eludir los 15 meses de chuscos o las razones que llevaron al Ejército a declararlo inútil para el servicio de armas.

Sea como sea, Trillo sí sabe lo que es la milicia, puesto que además de Ministro de Defensa ha sido Asesor Jurídico de la Armada y en esa condición aprendería lo que es el mando y la obediencia. Si estuvo sirviendo en la milicia, sabe perfectamente que un militar, cualquiera que sea su graduación, no realiza una misión sin que sea ordenada por sus superiores a través de la escala de mando; esto es, que el general ordena al coronel, el coronel al teniente coronel, el teniente coronel al comandante, el comandante al capitán, el capitán al teniente, el teniente al alférez, el alférez al brigada, el brigada al cabo primero, el cabo primero al cabo y el cabo a los soldados sin graduación.

Quien haya servido en el Ejército de soldado raso sabe lo que es formar a las nueve de la mañana para que te pase revista el cabo, posteriormente el teniente, sigue el capitán, para que a las once de la mañana lo haga definitivamente el coronel del regimiento. Así que malamente se puede aceptar por los que sí tenemos reconocido el valor, como reza en nuestra cartilla militar, que el general médico, señor Navarro, y dos de sus oficiales, condenados en el juicio del Yak-42, actuaran por su cuenta cuando el general ordenó la repatriación de 30 cadáveres sin identificar para que se les pudiera rendir, junto con el resto de los cadáveres, el homenaje en forma de Funeral de Estado. No admite ninguna duda el pensar y saber, sin temor a equivocarse, que quienes estaban en la cadena de mando por encima del general Navarro dieron el visto bueno o la orden que el general ejecutó.

No sólo lo sabemos por las pruebas aportadas en el juicio y por lo que la sentencia dice; lo sabemos porque quienes hicimos el servicio militar estamos seguros de que las cosas en la milicia no pueden ocurrir como nos trata de vender el señor Trillo. Si el general Navarro hubiera actuado motu propio en este delicado y dramático asunto, los que sí servimos a la Patria en el ejercicio de armas, estamos seguros de que dicho general, ante una imprudencia de ese calibre, no hubiera tenido que esperar a la sentencia del juicio del Yak-42 para ir a la cárcel porque la justicia militar hubiera actuado por sus derroteros y hubiera enviado directamente al general a un penal militar por haber deshonrado la memoria de los militares fallecidos en acto de servicio y haber faltado al honor del Ejército. Por el contrario, el general Navarro fue galardonado por el gobierno de España y por el Ministerio de Defensa como reconocimiento del servicio prestado a su país.

Todos sabemos que cuando los cadáveres identificados y no identificados fueron repatriados deprisa y corriendo, el general Navarro, al pisar suelo español y rendir novedades al ministro de Defensa, le diría el consabido: "Misión cumplida señor ministro". Y el señor ministro debería de saber que la misión cumplida por el general y su equipo o fue la consecuencia de una orden superior o fue una decisión unilateral del militar.

Si lo primero no se entiende, ni echando mano del código ético o del código militar, que, ahora, el señor ministro de Defensa no se dé por aludido, mire para otro lado y se desentienda de lo que fue una orden directa emanada de su autoridad y por la que tendrá que pagar su subordinado. Si, por el contrario, hubiera sido una decisión salida de la autonomía del general, cosa que nadie que haya estado en el ejército puede creer, no se entiende que el señor ministro de Defensa no hubiera aplicado el correctivo pertinente al militar que actuó con tanta negligencia, poniendo en entredicho la honra y el honor del Ejército y de España.

En cualquiera de las circunstancias, el ministro de Defensa debería haber tenido la gallardía de haber asumido la responsabilidad de todo el desgraciado suceso que ha llenado de rabia y de dolor a los familiares de los militares fallecidos y maltratados por su país a través de su Gobierno. Lo único que se jugaba el señor ministro era su cargo político, mientras que el general y sus oficiales condenados se han jugado su carrera militar y sus servicios prestados a España desde su condición de militares que aceptaron una orden que nunca se tenía que haber dado y que nunca se tenía que haber obedecido.

Resulta muy lamentable tener que escribir que el golpista Tejero demostró tener más honor que el demócrata Trillo; el primero acordó en su rendición que de teniente para abajo no habría sanciones contra los guardias civiles que le acompañaron en tal descomunal intento de golpe de Estado, asumiendo él la responsabilidad por haberles obligado a intervenir en semejante dislate; el segundo, todo un ministro de la democracia española, ha preferido que sean otros los que carguen con una decisión que, independientemente de que compartieran con más o menos pudor, correspondería haber asumido al señor Trillo y a quien con él -señor Aznar- acordaron el traslado urgente de los militares fallecidos en servicio a España.

Que prime para esas personas más el funeral que el honor indica su categoría moral y demuestra que no saben servir ni mandar y que su patriotismo les tocó en una tómbola. Algunos aún preguntan que para qué era necesario el servicio militar obligatorio; la respuesta es sencilla: para que Trillo y Aznar hubieran aprendido algunos conceptos que sirven para andar decentemente por la vida si no te los enseñaron en casa.

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