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El Prado

La carencia de ideas estratégicas fue propiciando sucesivas dentelladas a un espacio de tantas posibilidades urbanísticas como nuestro Prado. Inaugurada la ampliación del Museo del Prado, obra del gran arquitecto Rafael Moneo, resucita su proyecto.

el 14 sep 2009 / 21:17 h.

Inaugurada la ampliación del Museo del Prado, obra del gran arquitecto Rafael Moneo, resucita su proyecto que, por encargo de la entonces alcaldesa Soledad Becerril, estaba destinado a reunir en el Prado de San Sebastián las oficinas centrales del Ayuntamiento de Sevilla.

Dos antiguos prados que bordeaban Madrid y Sevilla, conservan su topónimo y ofrecen oportunidades distintas para entender nuestras ciudades y pensar en su evolución. Madrid estableció su gran directriz de crecimiento norte / sur a partir del eje apuntado por el Prado a través de la Castellana. Hoy, ese vector es crucial y el diseño alternativo de tráficos y tratamiento del espacio urbano del Prado viene cobrando actualidad por la belicosidad de la baronesa Thyssen (léase Esperanza Aguirre).

La Sevilla rural decimonónica estableció en nuestro Prado una feria de ganado que devino en la más bulliciosa fiesta primaveral. La carencia de ideas estratégicas fue propiciando sucesivas dentelladas a un espacio de tantas posibilidades urbanísticas, aún antes del traslado ferial. El Parque de María Luisa, que al alcanzar su destino público debió integrar todo el Prado, se vio bordeado por la Plaza de España, la más potente arquitectura construida en Sevilla en todo el siglo XX. Tras el Porvenir y las fábricas, el valor de posición del Prado se destinó a lo público, con la magnífica Estación de Autobuses, o a lo privado, con edificios de viviendas privilegiadas.

El Prado como problema estuvo vivo en la transición, baste recordar los debates y la publicación que el Colegio de Arquitectos dedicó al tema, pero ese espíritu no fructificó en el concurso de ideas convocado por la primera corporación democrática. Años después, un jardín formalizó lo evidente, y el frustrado proyecto de oficinas también buscó inscribirse en el propósito de dotar a espacio tan importante con una potente actuación pública. Algo similar pretende el proyecto de Biblioteca Universitaria, adjudicado a Zaha Hadid, la primera arquitecta en ganar el prestigioso Premio Pritzker. Pero todo ello es ofrecido, y por tanto visto, como actuaciones puntuales desarticuladas.

La energía del Prado está en su valor integral central, su inmediatez al casco histórico, y en sus posibilidades dinámicas, no sólo nudo del transporte público. Esas ideas urbanas, enunciadas hace décadas, están presentes en los actuales propósitos municipales, con la decidida apuesta de reordenar el espacio público de la ciudad. Pero la experiencia obtenida en la feliz peatonalización del eje Puerta Jerez a Plaza Nueva, donde han fallado algunas concreciones, debe propiciar un proyecto unitario y de calidad para el Prado.

Es por ello que entiendo que el desafío no consiste en desempolvar el proyecto Moneo, de cuya paralización estuve en su día en contra. Ahora el gran desafío es rediseñar el Prado en su conjunto, incluida la revisión de usos de la Plaza de España, y en que lo que se construya por Moneo no se limite a una operación financiera de saneamiento municipal.

Víctor Pérez Escolano es catedrático de Arquitectura de la Hispalense

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