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El retrato roto del PSOE

Las pugnas orgánicas y los ERE han acabado rasgando su imagen tras una larga carrera política.

el 19 feb 2012 / 20:23 h.

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Cada pincelada que demos para conformar un retrato de José Antonio Viera Chacón sirve para trazar un boceto de la evolución política de Andalucía, sus administraciones y, sobre todo, del PSOE. Porque el ya exsecretario provincial de los socialistas ha pasado por casi todas las instituciones, ha dirigido durante ocho años las riendas de la estructura más potente del PSOE y ha crecido de la mano de los principales dirigentes políticos. Y como todo el socialismo en la comunidad, su imagen, a las puertas de una cita que puede marcar un histórico punto de inflexión, está rasgada por dos situaciones, de las que el propio Viera es pieza clave: el escándalo de los Expedientes de Regulación de Empleo y la ruptura orgánica de un partido sumido en una grave crisis interna.

A Viera, persona de pocas palabras, poco expresivo y quizá antítesis del político carismático, le gustaba en esta última etapa de su trayectoria política repasar su evolución para destacar los dos elementos que para él le convertían en un símbolo del socialismo: su papel como hombre disciplinado de partido; y su imagen de honestidad, que sentía amenazada por una campaña orquestada, según él, desde las filas de la derecha. Pero la realidad es que son precisamente los dos rasgos que este histórico dirigente sevillano ensalzó los que le han situado en una posición pública más que delicada justo cuando, de un portazo, ha cerrado, sea de forma provisional o definitiva, su carrera en la primera línea orgánica aunque manteniendo su acta de diputado. Viera está señalado por la juez Alaya y puede ser cuestión de tiempo que el caso pase al Supremo para que se instruyan diligencias contra el que fuera consejero de Empleo durante buena parte de las supuestas irregularidades detectadas que tienen como principales protagonistas a uno de sus directores generales, Javier Guerrero, y a una persona de su estrecha confianza, Antonio Rivas. Y, al mismo tiempo, como contrapunto al perfil de hombre de partido, ha dimitido en el marco de una batalla orgánica de la que él es parcialmente responsable como máximo dirigente de la organización que ha estallado en pedazos.

Pero quedarnos con su frágil imagen actual sería como retratar su figura con brocha gorda y en un par de trazos. Viera, nacido en Villamanrique de la Condesa en 1946, con dos hijas y un hijo, es y siempre se ha sentido un profesor de Secundaria. El debate educativo ha sido uno de sus recursos preferidos, tanto por su formación como por la responsabilidad que ocupó tres años como delegado de Educación. Después, siguió creciendo en la estructura administrativa de la Junta hasta ocupar el puesto de delegado del Gobierno andaluz, justo en la época del mayor desastre ecológico de la historia reciente de Andalucía: la rotura de la balsa de Boliden. De ahí, en el año 2000 dio el salto a la Consejería de Empleo para sustituir cuatro años después a Zoido como delegado del Gobierno en Andalucía. Cartuja 93 fue un paréntesis que debió acabar con su desembarco truncado en el Ayuntamiento de Sevilla. Apenas unos días le duró su experiencia como concejal hasta que decidió abandonar con un portazo con elementos muy similares al que ha protagonizado esta semana.

Y el fondo de aquella ruptura fue el mismo de su dimisión esta semana: las guerras orgánicas de un convulso y a veces indescifrable PSOE de Sevilla, mezcla de familias e intereses personales. Y sirva como ejemplo una pincelada del retrato de Viera: fue escogido por Manuel Chaves en 2004 para que, junto a Alfredo Sánchez Monteseirín, desbancara a José Caballos. De forma disciplinada se enfrentó a él en un congreso condicionado por la clara apuesta de San Vicente. Se formó así una coalición que se fue resquebrajando con los años hasta dar lugar a una nueva mayoría en 2008: la conformada por Viera, Susana Díaz y Fernando Rodríguez Villalobos, ahora con Monteseirín y su núcleo de confianza como críticos. Pero de pronto, en 2011 la mayoría de Viera se volvió a romper, ahora por el empuje del núcleo formado por Villalobos y Susana Díaz, y el resultado fue que, mientras desde el Regional se orquestó una campaña para desbancarle, Viera acabó buscando refugio entre otros en los sectores a los que derrotó en los últimos congresos: los antes críticos de Sevilla y el propio Caballos. Pero, eso sí, le han acompañado en este camino los principales alcaldes, no por una adhesión a su figura, sino por lo que él ha representado.

Porque Viera pese a su protagonismo institucional y orgánico, y a ser el único dirigente provincial que no ha perdido frente al PP, nunca ha sido un líder de inquebrantables fidelidades. Aunque hace tiempo se creara el neologismo del vierismo, nunca han sido muchos los dirigentes cuya evolución se debe a una vinculación con el ya exsecretario provincial. Ha sido una pieza clave de bisagra, que unos explican por su lealtad a las siglas a las que representa y a los dirigentes que han apostado por él, y otros más bien a un planteamiento personalista que le lleva a encajar con quien responda a sus intereses. Estas dos mismas respuestas se pueden encontrar para contestar a las preguntas claves que quedan en el aire. ¿Por qué se dejó llevar por una escalada de acusaciones tan graves y acabó dimitiendo? ¿Por qué sigue sin cerrar la puerta a volver a la primera línea orgánica cuando a partir del 25-M se empiece a aclarar el futuro provincial y regional del PSOE-A?

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