Hace ya muchos años Cristina García Rodero retrató la wild Spain de finales del XX y, a continuación, comenzó a salir de sus cajas de lata la obra de fotógrafos de más atrás, de aquellos retratistas que contribuyeron a plasmar la piel de toro real de los años 40 y 50. Pérez Siquier, que captó entonces la Chanca almeriense, rizó el rizo y volvió a recorrerla juntando dos visiones con un paréntesis de medio siglo. Ayer fui a ver las fotos de Mario Fuentes, colgadas en el Museo de Arte y Costumbres Populares y en la soledad de la sala se me vinieron encima no sólo esos años de la desmemoria sino un pasado muy reciente y no por ello menos falto de iconografía.
Mario fue el cronista gráfico de una Sevilla y una Andalucía, afortunadamente perdidas, pero también de lo que aquí no se perdió, de lo que evolucionó sobre sí mismo y continúa con otras formas, de la Transición no oficial, de los primeros momentos de la democracia en imágenes cotidianas y en versión paradigmática. Algo así como lo que representó en su día la muestra Al Est de Magnum 1945-1990, pero realizado sin Bresson ni Capa, sólo con la bicicleta, la motocicleta o el viejo coche.
Esta obra, compuesta por miles de fotos y expuesta a través de un escogido centenar, no puede quedarse en este homenaje, máxime cuando la legó a la entidad que ahora la enseña y, por tanto, la convirtió en patrimonio público. Sería necesaria una intervención consensuada y serena de -al menos- el Centro Andaluz de la Fotografía y el Centro de Estudios Andaluces (junto a la obra fotográfica hay otra, no menos extensa, de manifestaciones folclóricas llevada a cabo con Antonio Limón). Sería necesario también un reconocimiento oficial al autor; Lebrija, además de a Elio Antonio parió otros valores.
Antonio Zoido es escritor e historiador
