Cultura

'Escribir cuentos es una forma más de voluntariado cultural'

La escritora bilbaína presentará hoy en el Ateneo de Sevilla (20.00 horas) su nuevo libro de relatos, 'El trabajo os hará libres', que acaba de ver la luz en la editorial Páginas de Espuma cargado de historias cotidianas y fabulosas. Foto: Javier Díaz.

el 15 sep 2009 / 19:34 h.

-La frase que da título a su libro es la misma que se leía a la entrada de Auschwitz. ¿Tiene nuestro tiempo algo de campo de concentración?

-No hay nada que nos haya seducido más a esta generación a la que pertenezco que la idea de vocación y de trabajo elegido, de realización a través de un oficio. Una frase de nazis para una sociedad que sigue fascinada por la perfección, los triunfadores, los resultados y el cerrar los ojos a lo imperfecto. Los títulos de mis libros de cuentos (El tiempo huye, Cuentos malvados, Juegos míos y El trabajo os hará libres) siguen más o menos una línea coherente: no huyamos, no corramos. Allá al fondo está la muerte.

-Sus relatos tienen unidad de estilo, pero saltan de un género a otro, de la reescritura del clásico cuento de hadas a la narración fantástica o la realista. ¿Es premeditado, o van saliendo así y un buen día los reúne?

-No, fueron reunidos a posteriori. Y la unidad tiene que ver con cómo el tema oscila de un cuento a otro. Yo no encuentro demasiada diferencia entre lo ocurrido en la calle hoy y el cuento de hadas. Retiran de los estantes la carne de cerdo irlandés y de pronto estamos en Hansel y Gretel. Bella durmiente, la pobre, es una metáfora de toda soltera a la espera. Una y otra vez nos cuentan que es posible ser un sastrecillo valiente, y a través de ello, convertirse en un héroe. A mí me interesa la diferencia entre la realidad y la ficción, las historias que nos cuentan y las que nos creemos. ¿Por qué esas y no otras? ¿En qué puede ayudar el cuento al lector?

-¿Se reconoce cuando dicen que es usted una autora española que "suena" como una escritora anglosajona?

-Bueno, mi trabajo me ha costado... Soy filóloga inglesa, y creo que mis influencias son claras. Por otro lado, intento aprender todo lo posible de literaturas extranjeras. Algunas de las características de los cuentistas españoles, que me entusiasman como lectora, me limitan como escritora. Hace muy poco, mientras en el AVE escuchaba una lectura de Adiós, cordera, se me caían enorme lagrimones. Pero no me veo escribiendo Adiós cordera, o Qué me quieres amor, o Malena, una vida hervida. Pero tampoco soy la única. Con Ágatha en Estambul, de Fernández Cubas, o cualquiera de los cuentos de Peri Rossi comparten esa misma voluntad.

-Los personajes femeninos llevan el mando en toda su obra, pero ¿diría que existe una 'literatura hembra', una forma de escribir propia de un género?

-No, no llevan el mando. Sólo observan al macho, seducidas y obsesionadas por él. No lo comprenden, no saben cómo piensa ni qué hacer con él. Sólo quieren tenerlo cerca, aferrarse al encanto que tiene el enamoramiento, y que, por desgracia, en mis personajes masculinos se ha desvanecido ya. Es una lástima, se han enamorado de cosas tan diversas que cuando se miran a los ojos hombre y mujer se muestran agresivos: pero cada uno a su manera. La violencia de mis mujeres impresiona más porque se ha narrado menos.

-¿De qué modo la novelista Espido molesta o interfiere en la labor de la cuentista? ¿Hay que tenerla bien sujeta?

-No, se llevan bien. Todas mis Espido se entienden bastante bien, y se ayudan mutuamente.

-Para escribir, ¿qué tanto por ciento de cabeza y cuál de corazón hacen falta?

-Un noventa y cinco por ciento de cabeza. Incluso para decidir cuánto de corazón debe introducir... La literatura, a mi juicio, es un arte que crea con palabras, un estímulo racional y concreto. Y el resto es mito o sobrevaloración. El corazón, al menos a mí, me ha servido de muy poco provecho. Eso sí, las satisfacciones que ofrece son enormes.

-¿Hasta qué punto escribir relatos en España se ha convertido en una militancia, en un acto de resistencia?

-Bueno, resulta poco rentable, y pasan desapercibidos, y sé de lo que hablo. Con cuatro libros de cuentos a mis espaldas, y un premio importante, sigo siendo conocida por mis novelas y los premios otorgados a ellas. Si no una militancia, exige tozudez, y mucho tiempo, al menos en mi caso, de prensa, de promoción, de viajes, de mimos... Es una forma más de voluntariado cultural. Pero lo que nos gusta, nos gusta, y no hay más vuelta de hoja.

-Además de su obra de ficción, se ha preocupado por analizar fenómenos de su generación, de la anorexia al mileurismo. ¿Puede un cuento salvar algo, salvarnos?

-Un cuento... no. Un ensayo, un artículo, posiblemente sí. Yo creo que cada cosa sirve para lo que sirve. Sacudir por los hombros, o conmover, o hacer pensar... El cuento interpreta el símbolo, es sutil, es por lo tanto más profundo, pero menos efectivo. El ensayo, en cambio, es instantáneo, es activo, un salto en mitad de la oscuridad. Luego se desvanece.

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