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Esos ‘locos bajitos’ que ¿no entienden nada?

el 02 dic 2011 / 22:58 h.

Qué hubiese sido de muchos cuarentones/as, treintañeros o veintañeros de ahora sin la poderosa e intimidatoria imagen de Mazinger Z y de su novia, la bien dotada Afrodita; sin las lágrimas de Marco, mientras algún desalmado le impedía recorrer airosamente otro kilómetro más hacia la lejana Argentina donde su madre le esperaba. Qué hubiese sido de ellos sin las audaces peleas del Comando G; sin el maltrato físico y emocional de la madrastra de Cenicienta; de la tutora de Clara -la amiga de Heidi-; de las brujas malas de la Bella Durmiente o de Blancanieves. Qué hubiese sido de estos niños ahora adultos sin la competencia, a veces desleal, de los manga Oliver y Benji; de los mágicos y guerrilleros Powers Rangers o Dragon Ball Z...

Y todo eso en lo que respecta al dibujo animado, pero atrás no quedan series, ya clásicos, donde la violencia no estaba menos presente. Que hubiese sido de los niños de los 60-70 sin Bonanza, El Santo, Los hombres de Harrelson, o Starsky y Hutch; en los 80 sin Galáctica, La fuga de Logan, V, El gran héroe americano, El coche fantástico o el famosísimo Verano Azul -menudas peleas las que tenían por el amor de Bea los guapitos de la panda-. Francamente, es difícil saber que hubiese sido de estas generaciones sin aquella televisión. Según cientos de estudios, la caja tonta puede incidir en los niños haciéndolos víctimas de lo que se transmite. Esos locos bajitos entrañables, que se pegan el mando con loctite e imponen su dictadura animada ante el televisor, son la inocencia en estado puro. Tienen intacta su capacidad para impresionarse, para sentir, para adquirir conocimientos, una sensibilidad a flor de piel y una peligrosa predisposición a dejarse embaucar. Los niños son parte del numeroso público expuesto a la pequeña pantalla, y probablemente el más vulnerable ante sus mensajes, dada su incompleta formación ideológica, social, cultural y de valores desde la que es interpretada y asimilada la televisión.

Muchos programas son poco educativos e inducen a que el menor realice actividades incorrectas. Si tenemos en cuenta que un niño necesita héroes que le ayuden a conocer la amistad, lo que es la tolerancia, la paz, la empatía, la generosidad, el compañerismo..., eso nos da una pincelada de la importancia de este medio en esos primeros años de vida. Es verdad que siempre ha sido así, pero hoy día la televisión comparte protagonismo con el dvd, las consolas y los ordenadores, que forman parte de la rutina diaria de los pequeños, les absorbe su atención y sus horas.

Los niños lo viven todo de manera tan real que es fácil observarlos frente al televisor, abducidos por sus imágenes. Sonríen, gritan, hablan, se asustan... sus sentimientos son de verdad y la exageración de los dibujos animados conlleva a un sentimiento aún más latente si cabe. Con la llegada de la TDT, aún tienen más sobredosis animada. Casos como el del famoso Bob Esponja -que fue el primer dibujo animado estadounidense en ser emitido en Irak y Afganistán después del inicio de la guerra con Estados Unidos y que muchos cuestionan si es para niños o para adultos- toma la parrilla de Clan junto a Dora la exploradora. La amiguita de los preescolares de la que, en plena polémica, ya han salido vídeos para adultos o fotos en las que se la ve embarazada, con una imagen renovada de preadolescente e incluso en otras golpeada brutalmente por ser inmigrante. Por otra parte, Los Simpson, que aunque todos sabemos que son dibujos para mayores, los niños bien que se empapan de ellos; situación que se repite con Padre de familia, que refleja en parodia la vida de una familia disfuncional. No quedan atrás los irreverentes personajes de South Park, expertos en satirizar con humor negro a la sociedad mediante situaciones surrealistas.

A tener en cuenta también son producciones cinematográficas como la recién estrenada De mayor quiero ser soldado, donde toma protagonismo un adolescente obsesionado por la violencia televisiva, en la que se refugia de la poca atención que recibe de unos padres desbordados tras la llegada de dos gemelos; o el descarnado documental De guerras y niños, en el que algunos pequeños supervivientes de mil tragedias de Afganistán, Colombia, Sierra Leona o Nueva York tienen la palabra y expresan sus terribles recuerdos.

Los asesinatos, guerras, puñetazos, disparos, reyertas, accidentes violentos y destrucción de propiedades, entre otros, conducen, según los expertos, a un comportamiento agresivo de muchos menores que no tienen porqué acogerse a los tópicos sociales: localización geográfica, sexo, nivel socioeconómico o problemas emocionales. Este efecto es interdependiente, es decir, los niños agresivos eligen programas violentos y aquellos que ven estos programas son más agresivos. Esto puede llegar a ser incluso más grave cuando algunos llegan a observar esa conducta violenta como la más apropiada. Visto esto, "moraleja jóvenes", como diría la versión animada de Mario Moreno en los dibujos El show de Cantinflas (1970): tele sí, pero miremos por lo que miran los pequeños para que miren por sí mismos y por aquello y aquellos que les rodean.

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