Cultura

España le tira un cabo a Albania

el 16 sep 2009 / 04:46 h.

El jurado de los Premios Príncipe de Asturias 2009 podría haberse decantado por un superventas como Murakami o por una pluma de irresistible encanto como la de McEwan, o incluso por un autor de lengua minoritaria, pero muy inquieto, como el holandés Noteboom. Podrían, por qué no, aprovechado que dos grandes editoriales españolas cumplen 40 años para premiar indirectamente a alguna: a Anagrama por Tabucchi, o a Tusquets con Kundera, o incluso un ex aequo. Más raro, pero no imposible, era que se lo dieran a Goytisolo -bastante extraordinario fue su Nacional de las Letras de 2008-, o a un simpático cóctel multicultural como la Nothomb. Sin embargo, conforme transcurría la mañana iba imponiéndose el nombre de Kadare, y cundiendo la perplejidad.

Si, como se ha dicho, el ganador del Nobel de Literatura del año pasado no fue el desconocido LeClézio, sino Google, esta vez podría decirse que el Príncipe de Asturias se ha repartido entre Google y Alianza Editorial -cuyo catálogo con 13 títulos del albanés, y tiene en preparación para otoño uno más, El accidente-, entre el editor que siempre creyó en él, Muchnik (otra medalla para el viejo Mario), y su traductor, Ramón Sánchez Lizarralde. Y en última instancia, digámoslo ya, es también un premio para Albania, aspirante desde el pasado abril a ingresar en la Unión Europea con fuerte respaldo español.

Asilado del comunismo en Francia, como Kundera, con Kadare [lo escribiremos sin tilde, sin afrancesar su nombre] se hace mucho hincapié en su condición de escritor comprometido. No obstante, perderán el tiempo quienes busquen en sus páginas soflamas partidistas o consignas explícitas. Como buen poeta que fue en sus comienzos, hace un uso virtuoso de metáforas y símbolos. Tras el estilo aparentemente llano y austero de su prosa, a veces tocado por un humor sutil y otras por un sutil escalofrío, hay un complejo entramado de mitos y claves balcánicas no siempre accesibles para el lector profano. Tampoco son extraños en sus escritos la sinrazón del poder y los mundos en franca decadencia, como el comunismo crepuscular en el que desarrolló la mayor parte de su obra.

Kadare comparte con Borges la maldición la maldición del eterno candidato al Nobel. Una ambición que, si estuviéramos en El Palacio de los Sueños que él mismo escribió, tendría que ser irremediablemente archivada, al menos por el momento. Mientras la Academia Sueca decide a quién le entrega los próximos diez millones de coronas, España se ha apuntado un tanto estratégico reconociendo a esta rara avis de las letras europeas para sorpresa de todos... ¿Empezando por él mismo?

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