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Genéticamente machistas

Bruselas convoca hoy a un alumno sevillano a explicar el origen de la violencia de género

el 28 nov 2010 / 18:30 h.

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Los profesores Rubén Nieto y Mila Montilla, con los alumnos Carlos y Arturo.

¿La violencia machista está en la sangre? ¿Puede detectarse en la saliva? ¿Puede saberse a priori si un hombre tiene una predisposición genética a insultar, abofetear y quemar viva a su esposa? Hace un año, el Parlamento Europeo aprobó un proyecto científico para que estudiantes de Bachillerato de todos los países miembros investigaran y debatieran sobre cuatro temas clave: las células madre, los test genéticos, la medicina personalizada y la relación entre la genética y la violencia de género.


A Carlos Huertas, un alumno de 17 años del IES Valle Inclán, le tocó este último. De antemano, Huertas ya pensaba que era "absurdo" creer que existe algo parecido a un gen de la violencia machista. Sólo cuando se puso a documentarse descubrió que esa teoría tuvo mucho auge a finales del siglo XIX y principios del XX y que, aunque el mundo científico la había ido arrinconando poco a poco, siempre terminaba reapareciendo en boca de políticos extremistas, religiosos fundamentalistas y demás ambientes racistas, machistas y homófobos. "Cuando me propusieron el tema, no estaba de acuerdo. No pensaba que alguien podía creer en esas cosas, pero luego, investigando, entendí de dónde habían sacado estas conclusiones", dice.


Era un trabajo científico que coordinó su profesor de Biología, Rubén Nieto, pero cuando la responsable de coeducación del instituto se enteró del proyecto, le pidió que diera una charla a sus compañeros de clase el pasado jueves, día contra la violencia machista. "Carlos es uno de los suyos. Les llega mejor el mensaje que si lo contara un profesor o lo vieran en anuncios", dice Mila Montilla.


Agrupados todos los alumnos de Bachillerato en la biblioteca del centro, Huertas dio por sentado que sus compañeros, igual que le había pasado a él, rechazarían la premisa inicial: que hay una base genética en la violencia de género, que podría usarse como atenuante en un proceso judicial contra el maltratador. Así que la estrategia del joven fue un camino a la inversa: primero les convenció de que la teoría del gen machista tenía un poso científico, y cuando empezaron a creerle, la dinamitó. "Hay argumentos psicobiológicos que le quitan la culpa al maltratador, porque aseguran que el hombre, desde su estado homínido, ya es violento", explicó Carlos. Al hablar del cromosoma Y (masculino) duplicado, todo el mundo enmudeció. En el pasado, algunos científicos habían hecho experimentos para demostrar que ciertos individuos con una agresividad desatada tenían el cromosoma Y duplicado. El médico y criminólogo italiano Cesare Lambroso dedicó parte de sus estudios a demostrar "las causas biológicas de la delincuencia". Decía, por ejemplo, que la forma del cráneo condicionaba la agresividad del paciente.


La cara de incredulidad de sus compañeros mientras oían estas historias hacía sonreír a sus profesores. "Al menos es un aliciente que a los jóvenes estas teorías, que en su día tuvieron mucho auge, les chirríen nada más escucharlas", dice el profesor Nieto. Pero la estrategia de Carlos funcionó bien, porque nada más terminar su conferencia, un compañero le espetó que si un miope está obligado a llevar gafas cuando conduce -y pueden multarle si no lo hace-, un hombre que sabe que lleva la violencia en los genes también es responsable de lo que pueda llegar a hacer. Así fue cómo Carlos echó por tierra la idea de que ciertas hormonas masculinas explican la violencia innata del hombre. El estudiante explicó que una cosa es la agresividad, que está relacionada con el instinto de supervivencia de los humanos y es común a los animales, y otra muy distinta la violencia, que "es un comportamiento social humano", en el que ha tenido mucho que ver la educación y la cultura del sujeto.


El Parlamento Europeo, ajeno a que su proyecto inicial de carácter científico había derivado en un trabajo social contra el machismo, ha convocado para hoy en Bruselas a todos los jóvenes bachilleres europeos para que expongan sus investigaciones y entreguen sus conclusiones. Desde España acuden dos alumnos andaluces, uno de ellos es Arturo, compañero de Carlos Huertas en el IES Valle Inclán, que ha sido elegido para exponer su trabajo en la Academia de Ciencias de Bruselas. Las conclusiones de todas las investigaciones serán posteriormente remitidas a los europarlamentarios para que éstos organicen un debate real monográfico partiendo de las conclusiones de los chicos.
Así es como se abordó el día contra la violencia machista en un instituto sevillano, apenas unas horas después de que muriera asfixiada en Almería la víctima andaluza número 17 a manos de un maltratador, la 64 en España en lo que va de año.

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