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Gil, Games y otros chicos del montón

Lunes pasado, doce y media de la mañana, Gran Vía de Madrid. Quien esto firma se transmuta en estudiante universitaria y, rebosante de brío ante el nuevo cuatrimestre, decide invertir algunos euros en uno de esos volúmenes que la bibliografía recomienda y la conciencia impone.

el 15 sep 2009 / 00:51 h.

Lunes pasado, doce y media de la mañana, Gran Vía de Madrid. Quien esto firma se transmuta en estudiante universitaria y, rebosante de brío ante el nuevo cuatrimestre, decide invertir algunos euros en uno de esos volúmenes que la bibliografía recomienda y la conciencia impone. Los antojos del profesorado son inescrutables: una editorial concreta, un traductor y no otro, y si me apuran con la portada en plastificado mate, no vaya a ser que los brillos nos distraigan. Anticipándome a lo arduo de la búsqueda, de las de goterón de sudor abarcando de la frente a la barbilla, opto por una de las grandes superficies del libro: plantas y plantas con títulos y títulos. Localizo la sección de historia antigua. Recorro estanterías, mesas de novedades, pruebo con todos los órdenes alfabéticos posibles. No encuentro nada. Hasta que, pobre e ingenua de mí, me acerco al mostrador, y pregunto.

Busco la Epopeya de Gilgamesh, y así lo hago saber a una de las dependientas. Me da la espalda, y teclea: título, Epopeya; autor, Gil Games. La editorial pierde una letra y se convierte en Trota -y galopa-, lo de menos teniendo en cuenta que el protagonista de la historia se ha transformado, por arte de magia, en un escritor portugués, o en una empresa hispana de videojuegos. Ni un solo resultado. Le corrijo, deletreo, ella da sentido a la expresión con cara de asco: el error es mío, por confiar en que el entorno podría transmitirle algo. "Eso igual lo tienes en filosofía, o en narrativa española". Ni se molesta en localizarlo.

Planeta imprimirá un millón de ejemplares de la próxima novela de Ruiz Zafón. Los imagino apilados en un almacén, como chorizos, para exhibirse después entre llamativos carteles, similares a esos que anuncian una oferta de dos por uno en el supermercado del barrio. Los volúmenes serán dispensados por charcuteros del papel, empleados que te venden hoy un libro y mañana un kilo de naranjas; valientes que ignoran que un libro, un disco o una película, no es un producto, sino un tesoro.

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