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Guerra de juguete

Ojalá todas las batallas fueran como las que libran cada sábado los miembros del Club Omega Airsoft Sevilla. De mentira. Aunque hay uniformes, armas, tiroteos y malos y buenos, la munición está hecha a base de bolitas de PVC y a los muertos lo único que les pasa es que se aburren un rato. (Vídeo: A.S.)

el 16 sep 2009 / 00:20 h.

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(Vídeo: A.S.)

Ojalá todas las batallas fueran como las que libran cada sábado los miembros del Club Omega Airsoft Sevilla. De mentira. Aunque hay uniformes, armas, tiroteos y malos y buenos, la munición está hecha a base de bolitas de PVC y a los muertos lo único que les pasa es que se aburren un rato.

Ni son bichos raros ni harían daño a una mosca. "No se trata de matar por matar sino de poner en práctica una estrategia", explica Benito García -alias Ben-, que es administrativo y que "ni siquiera" ha hecho la mili. Lo cuenta armado hasta los pies -hoy le toca ser de los buenos- mientras pone a punto las copias de armas auténticas que componen su arsenal.

De los suyos es Luis regidor, que cambia el traje y la corbata del banco por el uniforme del ejército cuando llega el fin de semana. Él es quien idea el argumento de las partidas. "Desde pequeño me ha gustado la estrategia militar", asegura, y la inspiración la encuentra en "el cine y en los videojuegos" pero casi nada de la realidad. No le gusta. De su cabeza -aunque con ayuda de otros compañeros de juego, aclara- salen historias que los llevan a conquistar islas o salvar a la civilización de un horrible atentado sin moverse de un viejo solar a las afueras. Como no tienen tanques, aviones ni helicópteros cuando toca "la partida se decide en un tablero virtual".

Suena el silbato y cada equipo (insurgentes y soldados) corre a sus posiciones. Ha comenzado la partida y Manuel Castillo, que de lunes a viernes despieza pollos en un matadero, es el sargento primero Achilles y el encargado de que nadie pierda posición en el tejado del cuartel donde guardan el uranio porque presiente que el enemigo acecha.

"En airsoft lo que cuenta es la honradez de los jugadores", explica Manuel Jiménez (Mago). "Si te dan, lo dices y no te mueves hasta que te cure el médico. Si te matan, te toca aburrirte hasta que acabe la partida", cuenta él que es militar de profesión y sí sabe lo que es una guerra de verdad. "A veces mi mujer juega también y a mí me sirve para gastar adrenalina", añade.

Para los alrededor de 40 miembros que tiene el club la seguridad es más que una máxima. "No permitimos que jueguen menores de edad e informamos a la Guardia Civil donde vamos a jugar". Antes de empezar hay que comprobar que todos los jugadores llevan gafas y botas para protegerse de las bolitas que no duelen si se dispara a una distancia prudencial. Además, las armas tienen que tener una fuerza de disparo limitada y eso lo comprueban en el club con un artefacto antes de cada partida. "Para nosotros es importante porque el lunes tenemos que llegar enteros al trabajo", dicen.

Aunque para ellos es sólo un juego son conscientes de que lo que hacen despierta reticencias en algunas personas. "Sabemos que se han producido atracos con armas de airsoft", cuentan. Por eso, para ellos es muy importante tener un reglamento estricto, estar en contacto con las fuerzas de seguridad y, sobre todo, ser responsables. Les sirve para hacer ejercicio, ver a los amigos y olvidarse por un rato de los problemas del día a día. Eso sí, ninguno querría que pasara de ser un juego a una realidad.

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