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Hablar en música

En un ensayo sobre Schubert el gran barítono alemán Dietich Ficher-Dieskau señalaba que para un músico hay tres maneras de tratar la poesía. Puede ser que el compositor incorpore al texto una idea melódica independiente, eligiendo después para cada parte lo que mejor exprese la unión de música y poesía.

el 15 sep 2009 / 07:51 h.

En un ensayo sobre Schubert el gran barítono alemán Dietich Ficher-Dieskau señalaba que para un músico hay tres maneras de tratar la poesía. Puede ser que el compositor incorpore al texto una idea melódica independiente, eligiendo después para cada parte lo que mejor exprese la unión de música y poesía.

O bien que el músico se sienta inspirado por una poesía y todo giro melódico y rítmico esté ligado a la palabra aunque la música obedezca a sus propias leyes, reforzándose mutuamente. La tercera posibilidad consiste en rendirse al predominio de la poesía y dejar que la música obedezca sin voluntad a la cadencia del idioma usando el contenido ambiental de la obra poética en su reconstrucción musical.

Nada mejor para entender esta reflexión teórica que el recital ofrecido el pasado martes en la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Diez poetas y diez compositores contemporáneos ofrecieron el fruto de su trabajo conjunto en un "recital" de diversas expresiones sobre las que planeaba el concepto del lied en contraposición a una cierta tradición de romanza española ciertamente popular pero cuyo lenguaje está hoy agotado desde el punto de vista de la composición musical.

En menos de una hora asistimos a una delicada demostración de gran parte de lo nuclear y lo posible de la lírica en lengua española de nuestro tiempo. Más que acompañante, el excelente pianista Jorge Robaina fue sucesivamente soporte, cómplice, eco -vocal incluso-, réplica y vigoroso contrincante de cada una de las voces. Raquel Lojendio ofreció una interpretación fresca y de excelente fraseo en Círculo de Haiku, de Tomás Marco, y en la Canción para Clara, de Zulema de la Cruz, con un humor algo contenido en El contestador, pieza divertida e intrascendente de Jacobo Durán.

Por su parte el barítono Alfredo García hizo gala en poco tiempo de una notable variedad de registros con una voz recia y de potencia en Parábola, de Carlos Galán, suave y expresiva en Frutos de Ramón Barce. Es posible que la ausencia de separación escénica entre el público y los músicos y la armonía de ese espacio acústicamente impecable que es la biblioteca de la Real Maestranza de Caballería contribuyeran a reforzar la emoción que siempre provoca una voz que se sirve de la palabra para, literalmente, hablar en música.

En estos momentos en que tanto se habla acerca del modo adecuado de defender la lengua española, sin proponérselo, la X Semana de la Música de Ronda mostró un magnífico ejemplo desde lo concreto del trabajo del arte. Un ejemplo a imitar y muy de agradecer.

Dos días después asistíamos en el Teatro de la Maestranza al concierto de clausura del curso académico de la Universidad de Sevilla, en esta ocasión dedicado a la zarzuela con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla bajo la dirección desenfadada y muy segura (sin partitura en ningún momento) del maestro David Giménez. María Gallego y José Bros, por su parte, optaron por una interpretación algo más severa de lo que el ambiente festivo de la sala parecía esperar recordando ese otro aspecto de la zarzuela, el de las romanzas desvinculadas del componente escénico y la acción dramática y convertidas en auténticas arias de concierto, ideales como lugar de confrontación para un cantante.

Y así lo hizo José Bros para delicia de un público exultante desde el principio y completamente entregado al final con la romanza de Fernando de Doña Francisquita. El tenor mostró que no sólo es uno de los grandes exponentes del repertorio belcantista romántico sino que la tradición lírica española, con 14.000 obras de música escénica, fundamentalmente zarzuela, archivadas por la SGAE y un millar de óperas en español, cuenta en la actualidad con grandes voces y merece, en consecuencia, una mayor atención y mejor tratamiento desde las instituciones musicales.

La tarde se prolongó con la sorpresa de un delicado O mio babbino caro de la ópera Gianni Schicchi, ofrecido por María Gallego y el esperado bis de La Tabernera del puerto a cargo de José Bros, finalizando ambos con la jota No cantes más La Africana de El dúo de la Africana donde el tenor volvió a arrebatar al público.

A título anecdótico vale señalar que pese al contumaz empeño de los aires acondicionados, en Ronda no se escuchó ni una sola tos en la sala y en Sevilla tan sólo una tímida tosecilla hizo su aparición en el dúo final. Prueba concluyente (para quienes mantienen que toses y carraspeos durante los conciertos son una cuestión cultural y no fisiológica) de que en ambas ocasiones el público acudía más dispuesto a disfrutar que a "cultivarse", ayudado tal vez por la distensión propia de la época estival.

O quizás porque, pese a su carácter bien diferente, en ambos conciertos se nos recordaba en nuestra propia lengua que la música de los pueblos es una pista fundamental para la comprensión de su cultura y de su identidad. Y ello vale tanto para la música de repertorio como para la creación actual.

Directora del Secretariado de Promoción Cultural de la Universidad de Sevilla.

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