A punto de iniciar en Sevilla (este sábado, 22.00, sala Fanatic) la gira del 35º aniversario de Barón Rojo, Armando de Castro, guitarrista y fundador del grupo, atiende por teléfono las preguntas de El Correo de Andalucía.Barón Rojo surgió en un momento de fuerte crisis, la de los 80. Ahora nos encontramos en otra parecida, ¿sigue vigente el mensaje?En cierto modo sí. Los grupos de rock algunos al menos hemos intentado poner de relieve las contradicciones, los puntos oscuros de la sociedad, transmitiendo una determinada manera de ver la realidad. Es verdad que tú cambias con el tiempo, y también lo que te rodea. Yo no escribiría canciones ahora como hace 35 años, eso seguro. Aunque las he interpretado y lo seguiré haciendo, muchas letras de entonces no las firmaría hoy. Pero estás en un grupo de cuatro personas, no eres un cantautor que vaya por libre.Ya podemos hablar de tres generaciones de fans de Barón. ¿Cómo ha cambiado el perfil de sus seguidores?Lo más llamativo es que el rock, como lenguaje, como vía de comunicación, se mantiene más allá de su contenido ideológico. Lo notamos mucho en la gente, que todavía respalda aquella música que intentaba mantenerse al margen de los convencionalismos que nos rodean... Aunque al final haya sido también absorbida por el sistema, en gran parte. Pero es un lenguaje que tiene cuerda para rato, las nuevas generaciones se sienten igual de identificadas, y nosotros estamos aún en condiciones de mantener el tipo en un escenario.Lo que empezó siendo un movimiento marginal, ¿se ha aburguesado, en el buen sentido...?En el bueno y en el malo...Quiero decir, como se ha aburguesado nuestro país en general, en 35 años...Claro. A lo largo de mis más de 40 y pico años de trayectoria he visto rockeros de todo pelaje. Si la gente viera por un agujerito cómo se comportan en realidad sus ídolos, se asustaría. Tipos que lo hacen todo por la pasta, aunque luego vayan muy bien vestidos de parafernalia y tachuelas. No es momento de dar nombres, pero he visto cosas que dan asco, demasiadas, en el rock español y en el internacional. A todo el mundo le gusta el dinero, pero no imaginas de qué modo llegan a someterse a él.Desde sus inicios fueron muy críticos con la industria. Ahora que ésta parece hundida, ¿qué se hizo mal?Yo era el primero en criticarla, pero retrospectivamente digo ¡bendita industria musical! Al menos antes había gente que te editaba un disco, te pagaba pequeños royalties, se preocupaba de que sonaras en la radio... Todo eso se ha ido a la porra, y lo que es peor, también la creatividad. Nadie se esfuerza ya, ¿para qué? Los músicos hemos vivido de actuaciones, ventas y derechos de autor, y los dos últimos se han ido al garete. Sí, añoro la industria de hace 30 años. Ahora no funciona nada, cada disco es una aventura, todo es autoproducido en condiciones precarias...¿De qué errores se arrepiente más en esos 35 años?Lo mal que negociamos nuestra renovación de contrato con Zafiro-Chapa, cuando teníamos una oferta de EMI Odeon. Nuestra asesoría legal fue puro latrocinio, es increíble que los cuatro, con Carolina Cortés [letrista y esposa de Sherpa] nos dejáramos engañar como chinos. Eso marcó un poco el principio del fin, nunca nos recuperamos del todo. Fue un jarro de agua fría sobre las ganas de hacer música y las ilusiones.Muchos fans vieron el documental Barón Rojo: la película con cierta aprensión. Era como ver a la familia pelearse a golpes, ¿no?Pues cuando acabé de verlo, yo tenía una sonrisa de oreja a oreja. Cinematográficamente estaba muy bien hecha, y las refriegas internas me parecían divertidas e interesantes para la gente. No se trataba de hacer un panegírico de la banda, reflejaba muy bien el momento que se vivía. Lo tengo todo tan asumido, que lo veía casi ajeno a mí. Si me tengo que levantar cada mañana y sufrir por el pasado, apaga y vámonos. Lo que se ve en el filme es parte de nuestro bagaje, no seríamos lo que somos si no hubiéramos pasado por eso.¿Seguirán en la brecha hasta que el cuerpo aguante?No veo otra manera de ponerle punto final a esto. Solemos decir que el que te jubila es el público: si ya no va a las actuaciones, es el momento de chapar. Mejor acabar cuando estás con el listón arriba, que arrastrándote por los escenarios. Pero ojalá tarde mucho en llegar ese momento, tenemos pilas al menos para diez años más.
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