Escucha, aunque los pisos no han parado de subir, desde hace cinco años mis ingresos no paran de bajar" -habla un albañil de Alicante-, "la culpa la tienen los inmigrantes".
Durante décadas, la demanda de viviendas ha mostrado un crecimiento previsible, justificada por la necesidad de habitar. El fuego comenzó cuando su compra-venta se convirtió en una promesa histórica de enriquecimiento. Hasta los pequeños burgueses se atrevieron al juego mediante hipotecas. Cuando la necesidad se transforma en lucro, los resultados juegan a la Bolsa: lo que hoy sube mañana puede tocar suelo.
Mientras tanto, el inmigrante cubrió la necesidad de mano de obra a la que no estaba dispuesto el autóctono. Hoy el descenso es vertiginoso. La economía doméstica se resiente. Así que volvemos a poner en marcha el mismo cansino proceso de siempre: el "otro" cargará con el mochuelo, especialmente si es un "otro" pobre y sin recursos. El gran capitalista que inició el proceso cubre ahora la costa de Marruecos. Nadie pedirá su cabeza. Pero hay ya muchos que comienzan a mirar a los inmigrantes para pedir la suya. De nuevo, la hormiga culpa a la hormiga por el pie que las pisa.
Profesor de la Universidad de Sevilla. opinion@correoandalucia.es
