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La Alameda de Hércules

Reconforta que el más relevante espacio público de la Sevilla de la Edad Moderna tenga ese nombre. En esta ciudad atosigada continuamente por procesiones y bandas, "otra" historia es posible: Hércules y Julio Cesar, encaramados en su columna, presidiendo aquella operación urbana que el Conde de Barajas cumplió en 1574...

el 15 sep 2009 / 20:11 h.

Reconforta que el más relevante espacio público de la Sevilla de la Edad Moderna tenga ese nombre. En esta ciudad atosigada continuamente por procesiones y bandas, "otra" historia es posible: Hércules y Julio Cesar, encaramados en su columna, presidiendo aquella operación urbana que el Conde de Barajas cumplió en 1574, sobre la lagunilla que guardaba memoria del brazo del río que en tiempos atravesó la ciudad. Un paseo ameno, que la ciudadanía desde entonces ocupó con muy diversas actitudes, como ahora sucede con la "celebración" de su nuevo trazado.

El Ayuntamiento de Sevilla cumplirá en 2009 los treinta años de su recuperación democrática, pero su Gerencia de Urbanismo está celebrando ya el 25 aniversario de su constitución jurídica. Sus responsables han querido integrar todo el proceso pues, como decía Foucault, la cuestión es "orientarse hacia una concepción del poder que reemplaza el privilegio de la ley por el punto de vista del objetivo, el privilegio de lo prohibido por el punto de vista de la eficacia táctica?

El modelo estratégico y no el modelo del derecho".

He repasado el número 232 de la prestigiosa revista Arquitectura, editada por el Colegio de Arquitectos de Madrid, que en 1981 reunió las experiencias urbanísticas emprendidas por los primeros Ayuntamientos de Barcelona y de Sevilla, antes de que sobre ambas ciudades cayera el premio gordo de las Olimpiadas y de la Exposición Universal para 1992.

Oriol Bohigas tituló su artículo Barcelona. El urbanismo no es posible, y yo el mío: Sevilla. Reivindicación de otro punto de vista. Ambos, en concordancia con la doctrina urbana democrática, la crisis económica que entonces tocaba, los desmanes urbanísticos del franquismo final, y lo incipiente del cambio institucional, recelábamos de la planificación urbanística desarrollista y apostábamos por otra perspectiva: querer a la ciudad, mirando de cerca sus problemas y afrontándolos con instrumentos de escala más menuda, planes especiales y proyectos urbanos.

Entre otras propuestas para Sevilla, como la Plaza de la Encarnación, en aquel número de Arquitectura aparecen imágenes de la Alameda de Hércules, un plan de gestión que se proponía revitalizar todo el sector, al tiempo que se consolidaba la opción peatonal. Cabría reflexionar sobre aquellos años previos a la constitución jurídica de la Gerencia de Urbanismo en los que un modesto Gabinete Municipal de Planeamiento, con algunos de entre los mejores jóvenes arquitectos de entonces, definieron una estrategia con objetivos, algunos de los cuales han tenido que esperar décadas, al dejar paso a las grandes transformaciones urbanísticas que la consolidación democrática y la bonanza económica impulsaron.

La nueva Alameda, cuyo proyecto ha sido redactado por uno de los despachos españoles de mayor prestigio en el diseño de espacios públicos, ha tenido una ejecución compleja y difícil. Bienvenida sea su culminación. La controversia, que siempre acompaña cualquier acción de gobierno local, es muestra de vitalidad democrática.

Catedrático de Arquitectura de la Hispalense

vpe@us.es

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