Gregorio Manzano llegó al Sevilla con todas las garantías y con el beneplácito de todos los sectores que de alguna manera u otra influyen o participan en el Sevilla, consejo, dirección deportiva, evidentemente, jugadores, prensa y aficionados. Y el que lo niegue tiene poca memoria o se engaña. El caso es que el técnico de Bailén lleva ya al frente del primer equipo cuatro meses y, salvo los primeros partidos tras su llegada, presenta en su balance actual más sombras que luces. Porque en la Liga el devenir es bastante mediocre y al final es el torneo de la regularidad el que marca el destino de la próxima temporada. En la Copa su campaña ha sido buena, por mucho que haya caído en las semifinales ante el Real Madrid. Y la Liga Europa puede marcar, y mucho su futuro.
Cuatro meses después, pues, el crédito de Manzano ha descendido bastante. Ha bajado en el club, donde no es difícil encontrar voces de decepción, ha bajado ante la misma prensa, que arroja ya dardos sobre el técnico cuya mano no se acaba de notar en el equipo. Y ha bajado ante la misma afición, que ayer se enfadó y bastante con el jiennense por sus decisiones, o por la falta de ellas.
Todavía tiene camino que recorrer este Sevilla, en la Liga y en la Liga Europa, pero si continúa en este plano de mediocridad, Manzano tendrá poco que decir en la próxima campaña del conjunto nervionense, más que nada porque la sombra alargada de Joaquín Caparrós empieza a asomar. El Athletic aventaja en seis puntos a los sevillistas e incluso empieza a soñar con la Liga de Campeones. Mientras, los hispalenses se contentan con una séptima posición que, de extra, da puesto en la Liga Europa.
Manzano no acaba de dar con la tecla. La temporada no ha sido bien planificada, ha habido errores en los fichajes, en los de ésta y alguna temporada anterior, pero el técnico no está haciendo nada para paliar este déficit. De momento, ni quita ni da. Así de triste.
