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La Cabalgata se 'estrelló'

La falta de organización en la Cabalgata de Reyes provocó ayer parones y retrasos de casi dos horas porque las luces navideñas de la calle Felipe II chocaban con algunas carrozas, lo que provocó la intervención de los bomberos.(Foto: Antonio Acedo)

el 14 sep 2009 / 22:19 h.

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Todo estaba preparado para que la de ayer fuera una noche deslumbrante, pero un pequeño detalle empañó la fiesta: el alumbrado navideño impidió que el cortejo pudiera pasar cómodamente por Felipe II. La Cagalgata partió con una hora de retraso que llegó a ser de una hora y media. Pese a todo, Sevilla vibró al ritmo del cortejo.

Sevilla se volvió a volcar con su cabalgata, pese a que las luces navideñas de la ciudad parecen que no quisieran que los Reyes Magos desfilasen por la ciudad. Diez minutos después de la salida, el cortejo se paró 20 minutos porque algunas carrozas impactaban con las luces de Felipe II.

Según explicó en ese momento el director de la cabalgata, Juan Ortega, las luces "se habrán descolgado unos diez centímetros y por eso han dado en la carroza, porque estaba todo medido y no había problema". Fuentes municipales apuntaban, sin embargo, a un fallo de cálculo del Ateneo, pues varias carrozas superaban los seis metros de altura.

Por unos o por otros, el caso es que rápidamente varios bomberos tuvieron que ir con una pértiga para elevar el alumbrado y que así pudiera continuar la cabalgata. Las luces lograron lo que no logró la fina lluvia que en las últimas horas de la cabalgata hizo acto de presencia.

Las puertas de las antiguas cocheras de Tussam, en el Porvernir, se abrieron puntuales a las 16.45 horas para que sus majestades iniciaran su desfile por Sevilla. El primero en salir fue el Heraldo y todo su séquito que, al igual que el pasado viernes, se dio todo un baño de multitudes. Serpentinas, caramelos y algún que otro peluche sobrevolaban las cabezas de los allí presente, presagiando que lo mejor quedaba por venir.

Tras el cartero real, que iba a caballo, se abría paso la Estrella de la Ilusión dispuesta a guiar a los reyes en su tramo final del camino hacia los hogares sevillanos. En lo más alto de la carroza Rocío Gordo, lanzaba pequeñas estrellas anti estrés y los primeros caramelos de los 75.000 kilos que se repartieron por toda Sevilla. Tras ella, desfilaba un coro de campanilleros -que se estrenó el año pasado- que precedía a la carroza del Nacimiento.

Comenzaba el gran desfile, la Diosa Palas Ateneam la carroza de la Música y el Gran Visirm que hacía su salida a la calle entre los confetis que tiraban los vecinos de las viviendas aledañas, mientras que los primeros poemas y cuentos eran descubiertos por el público. El Gran Visir, encarnado por uno de los organizadores de la cabalgata, Juan Meneses, era aclamado por niños y mayores.

Y llegaron las primeras novedades de la mano de la carroza de Alicia en el País de las Maravillas -a la que precedieron la de los Robots y la Cenicienta- que adelantó su posición a lo inicialmente previsto, y que causó sensación por su espectacularidad. Le seguían Parchís y los pajes de Melchor. "Ahí vienen los reyes" se oía entre el público.

Sin embargo, Melchor se hizo esperar casi 20 minutos ante el desconcierto de padres y niños que no sabían por qué la cabalgata no avanzaba. Los primeros rumores no tardaban en llegar, el Gran Visir había chocado con una de las luces navideñas de Felipe II. El problema se planteaba ahora con la carroza de Alicia, ya que el gran reloj que la coronaba daría de lleno.

Melchor consiguió encontrarse con los sevillanos, que comenzaban a desesperarse, aunque pronto se entregaron por completo al primer rey, que lanzó pequeñas pelotas de basket. Tras él, se iban descubriendo las nuevas carrozas: El templo de Egipto o Segurito -la mascota de la Consejería de Empleo en materia de prevención de riesgos laborales- que iba rodeado de pequeñas enfermeras y policías y que, además de pequeños muñecos lanzó imanes para la nevera.

Así hasta llegar a Baltasar que, como siemprem es el más querido y esperado por el público que lo recibió a gritos de "Baltasar, Baltasar, todos queremos que salga Baltasar". Sus beduinos eran los más animados de todo el cortejo, que no pararon de bailar y repartir regalos por todas las calles.

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