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La casa de los poetas que están en las nubes

¡Vaya por Dios! El consejo artístico de la casa de los poetas y el director que no era director han dimitido de lo que no existía más que en la cabeza de unos ilustres poetas, alentados por una personalidad indiscutible del mundo cultural español y gran amigo.

el 15 sep 2009 / 23:54 h.

¡Vaya por Dios! El consejo artístico de la casa de los poetas y el director que no era director han dimitido de lo que no existía más que en la cabeza de unos ilustres poetas, alentados por una personalidad indiscutible del mundo cultural español y gran amigo. Sevilla parece que no va a montar el hogar del poeta con sus salitas para hacer trabajar a las musas y las resmas de papel verjurado como el hogar del pensionista tiene sus mesitas para jugar al dominó y la sala de masajes. Probablemente a Gelman, Gamoneda etc les parezca una ocasión perdida.

Pero yo escucho a León Felipe que me dice: "no me contéis más cuentos. Ya se han contado todos. Todos se han dicho y se han escrito. Y todos se han ovillado y archivado". Vamos a dejar a los poetas en sus casas que no estamos para tenerlos contentos. Ya se sabe que la felicidad no es buena para la inspiración poética. Como están las arcas públicas me parece que no ha llegado el momento del hogar del poeta. Me imagino que el no-director-dimitido-de-lo-que-no-era habrá trabajado por amor al arte porque lo contrario sería propiamente un poema, un serventesio.

Puestos ya, hagamos una cesura pentemímera. Y paremos todo esto. En un hemistiquio estaba un proyecto que rimaba bien y en el otro está la cruda realidad. Que estamos en Sevilla, pasando una crisis brutal que pone en peligro cosas esenciales del "primum vivere".

De modo que los poetas sigan escribiendo en sus casas y que les siga costando el mismo trabajo sacar adelante una rima aunque sea en asonante. Esa idea, bonita como todo lo irreal, pertenece a otra época, a una ensoñación que los gestores de la escasez presupuestaria no pueden permitirse. Es prosaico hablar de dinero y los poetas aspiran a una casa en donde haya un salón de estar para Melpómene, otro para Clío y para Calíope que no saben sumar. Pero esa casa tiene una hipoteca y esa palabra ahora solo rima con la sensatez presupuestaria.

Ya lo estoy viendo. Los poetas leídos, los que tienen algún libro, los que juntan letras y los que se han comprado la absenta y una pluma para ver si se les ocurre algo van a poner el grito en el cielo. Pero ahora es hora de poner el pie en el suelo.

Abogado

crosadoc@gmail.com

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