Desde que llegó al cargo hace dos meses, el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, repite una y otra vez que la gran prioridad del Gobierno andaluz reside en la educación. Motivos no le faltan. Las pruebas de evaluación difundidas ayer ilustran sobre el grave problema que aqueja a la sociedad andaluza: cada año que pasa, los alumnos de la comunidad dan peores resultados en comprensión lectora y expresiva. En 2008, todos los parámetros medidos han arrojado notas a la baja excepto en las matemáticas de Primaria. Un 27% del alumnado tiene un nivel muy alejado del aceptable y otro 23% se situaría en el aprobado raspado. Como punto de partida, es importante reseñar que aquí no se han medido conocimientos, sino el grado de competencia de los estudiantes, es decir, cómo están absorbiendo las enseñanzas que reciben y cuál es su grado real de preparación para su porvenir como adultos. Por tanto, las pruebas funcionan a modo de barómetro para definir el estado real de nuestros estudiantes y como punto de partida para su mejora, no para regodearse en el bajo nivel que han demostrado. Así lo expresó ayer la consejera de Educación, Mar Moreno, quien llamó a padres, profesores y Administración a "arremangarse" para lograr que los jóvenes andaluces "lean más y mejor y mejoren su nivel de comprensión lingüística y expresiva". No es momento, pues, para lanzarse a interpretar un juego de acusaciones mutuas que sólo funcionan en el corto plazo de los titulares de prensa sino de afinar el diagnóstico y afanarse en buscar soluciones de fondo que nos permitan formar a ciudadanos de primera, con sentido crítico y cualificación laboral. La educación es de una importancia tan extraordinaria que requiere de un pacto social y político al que se sumen todos. En caso contrario, estaremos cercenando las oportunidades de futuro de nuestros jóvenes y frenaremos el progreso de nuestra propia sociedad.
