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La fiesta en su justa medida

La euforia de los primeros días dio ayer una tregua. La Feria recuperó su justo equilibrio dentro y fuera de las casetas. La belleza de la intimidad se confabuló con el mercurio para vivir una jornada tranquila.

el 16 sep 2009 / 02:06 h.

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La euforia de los primeros días dio ayer una tregua. La Feria recuperó su justo equilibrio dentro y fuera de las casetas. La belleza de la intimidad se confabuló con el mercurio -con temperaturas suaves- para vivir una jornada tranquila. Sólo la noche trajo un anticipo de la bulla del puente festivo del Primero de Mayo que, desde hoy, llenará el Real.

Pasear bajo la portada sin tener que abrirse paso a codazos, bailar unas sevillanas en la caseta sin tropezar continuamente con otras parejas de baile o montarse en los cacharritos sin tener que aguantar una cola de mil demonios. Si usted es de los que le gusta vivir la fiesta en su justa medida, ayer fue su día. Después de tres jornadas de masiva afluencia de público propiciado por el buen tiempo y el estreno del Metro como nuevo medio de transporte para alcanzar el albero, ayer llegó la calma y el sosiego necesarios para tomar fuerzas de cara a la recta final que se avecina. Desde hoy los sevillanos pasarán el testigo a los cientos de turistas nacionales, en especial madrileños y catalanes, que asomarán por la ciudad en el puente festivo de mayo.

Conocedora de su sino trasnochador, la mañana se desperezaba en los Remedios más tarde de lo habitual. Algo que agradecía el equipo de camareros y guardias de seguridad de las cientos de casetas privadas que, mientras llegaban los primeros socios, apuraban la espera repostando la cocina y el estómago:"Hay que aprovechar estos momentos para tomar fuerzas. Ahora llega el último arreón", reconocía Antonio, jefe de cocina de una de las casetas particulares de Gitanillo de Triana. Él y su familia daban uso a las horas muertas de la mañana haciendo un "almuerzo de canónigos", en alusión a la temprana cita culinaria.

Las suaves temperaturas -con 23 grados de máximas- y las nubes que emulaban el algodón dulce de los puestos ambulantes invitaban a pasear por el Real. En la esquina de Juan Belmonte con Bombita, un corro de niños rodeaban a un joven que pinta retratos en cartón. La imagen es engañosa:los chavales se entretienen mirando dibujos, pero no le llueven los encargos:"He hecho cinco desde el lunes. La cosa está flojilla.Hay que trabajar más pero con menos dinero", responde con acento italiano Nicolás, de El Bolsón (Argentina) que ha venido a la Feria para sacarse "un dinerillo". Va a ser verdad que la crisis no es sólo la guasa que rima al compás del tres por cuatro en unas sevillanas. Para contrarrestar estos efectos hay quien ha echado mano de algún que otro "socorrido reclamo", como el cartel de "oferta a 3 euros" que cuelga de la taquilla del Ratón Vacilón en la calle del Infierno.

La fluidez del día discurre también por el recinto acotado para los cacharritos, tan temido para el bolsillo de los padres. Allí apenas hay que esperar para subirse al canguro y abrocharse el cinturón de seguridad. Eso sí, previo pago por taquilla. Donde no hay que desembolsar ni un céntimo es por ver el paseo de caballos a la sombra de la portada. Apostadas en la esquina de Antonio Bienvenida con Gitanillo de Triana, dos japonesas vestidas de flamenca disfrutan del espectáculo colorido:"It's fantastic, wonderful. Seville is fine!!", no deja de repetir Kaori, que, como puede, explica con gestos que el traje se lo han hecho ellas mismas. Ya se sabe... el lenguaje universal del flamenco, que para eso se han llevado varios meses ensayando las "sevilanas", señalan estas niponas amantes del arte de Sara Baras y Cristina Hoyos, dos artistas que admiran en el país del sol naciente.

Con menos sol y algo más de nubes iban llegando por la tarde rostros albinos con un tocado delator de su procedencia. Era el caso de las dos mujeres de Londres tocadas con una flor más propia de un banquete nupcial que de una Feria. Cámara en mano y sin pestañear, no dejaban de hacer fotos a todo lo que veían. Por hacer hacían fotografías hasta de los platos de pimientos y de tortillas de patatas -las estrellas de esta Feria frente al jamón y la gamba- que sostenían los jinetes y cocheros parados en batería a un lado de la calle.

Tampoco escapaban al objetivo de guiris y demás visitantes nacionales que iban tomando el albero, el grupo de mujeres ?todas ellas vestidas de flamencas- que, como cada año, vienen desde Sanlúcar de Barrameda. Se hacían notar. A falta de un famoso de renombre, ellas se fotografiaban con el televisivo Risitas, al que le dieron de beber vino de una bota, le cantaron las sevillanas del "tó pa ti, tó pa ti" y se lo rifan literalmente entre abrazos y saludos. ¡Cómo ha cambiado el papel couché! Pero por no dar, él no daba ni los dos besos. Por si acaso le cobraran luego. El revuelo que levantaron estas corraleras gaditanas a la altura del número 35 de Antonio Bienvenida, sacó a los socios de esta caseta a la calle. En su interior, como en la mayoría de los toldos rayados, estaba la gente justa. Sin aglomeraciones en la barra ni personal de pie a la caza y captura de una mesa donde dejar las bandejas de los socorridos lomitos.

Pero la mejor imagen que resume el justo equilibro de ayer fue la que ofrecieron a primera hora de la tarde un matrimonio joven con su niño en brazos. La barra de uno de los puestos de helados -con poca venta- les sirvió de cambiador para sustituir el pañal al diminuto flamenco mientras que, sin prisas, el padre le preguntaba insistentemente: "¿A que te pareces a papá?". Si el bebé hubiera hablado en ese momento el único parecido que hubiese reseñado era el de las 900 rayas azules que compartían ambas chaquetas.

Al sonido de los primeros clarines de la Maestranza, el Real fue perdiendo el sonido de los engan- ches. La mayoría iban a descargar el personal a la Puerta del Príncipe, que este año parece cerrada a cal y canto."A ver si llega la tarde de gloria que le falta al ciclo de la Feria. Ya le toca, porque vaya racha llevamos", bromeaba Luis López, cochero de una calesera. A diferencia del día, la noche fue preludio del puente festivo. Lleno hasta la bandera en las casetas, donde convivían los acentos madrileños, catalanes y gallegos. Y aún quedan tres días grandes de fiesta. Un río de diversión espera en la Feria.

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