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La Historia como patrimonio común

Pasaron ya los tiempos en los que tal día como hoy, 2 de Enero, la tradicional fiesta de La Toma de Granada terminaba como el rosario de la aurora entre silbidos y empellones, los unos partidarios de los Reyes Católicos y los otros, no se muy bien, acaso del Rey Chico.

el 14 sep 2009 / 22:08 h.

Pasaron ya los tiempos en los que tal día como hoy, 2 de Enero, la tradicional fiesta de La Toma de Granada terminaba como el rosario de la aurora entre silbidos y empellones, los unos partidarios de los Reyes Católicos y los otros, no se muy bien, acaso del Rey Chico. La solemnidad ha vuelto a la normalidad y aunque siguen apareciendo algunos incontrolados la cosa no pasa a mayores y es simplemente testimonial del legítimo punto de vista de los menos.

Algo peor ocurrió en Almería no hace muchos años cuando el alcalde socialista decretó suprimir como fiesta local el 26 de Diciembre, día de San Esteban, que la Historia señala como el de la Reconquista de la ciudad por los Reyes Católicos. El Ayuntamiento del PP, con buen juicio, ha restituido la festividad en la que después de una procesión cívica se hace tremolar lo que queda del viejo pendón de Castilla desde el balcón principal de las Casas Consistoriales.

¿A quién puede hacer daño hoy día, quinientos años después, que dos antiguas ciudades del Reino de Granada conmemoren tales efemérides? Es comprensible que a algunos ciudadanos les parezca mal y a otros bien, pero la mayoría de la gente asiste o no asiste a estos actos tradicionales sin tomar partido. Lo que no tiene el menor sentido es el intento de clasificar estas fiestas locales como reductos del fascismo. Son nada más que capítulos de nuestra Historia a los que podemos tener respeto o prestar indiferencia. Pero en ningún caso condenarlos y expulsarlos del calendario.

La Historia, patrimonio común de los españoles, tiene luces y sombras, pero sus episodios deben ser analizados en el contexto de cada época. Querer juzgar con ojos de hoy el Motín de Esquilache, por ejemplo, no deja de ser un ejercicio inútil pues ni la gente usa ya capa y chambergo ni puede entenderse que la autoridad pública legisle sobre el largo de la ropa de calle. No se trata de justificar ninguna tropelía ni de convalidar los errores de tiempos pasados, sino de aplicarles la lente de la perspectiva y la eximente de lugar y de tiempo.

Naciones que no tienen heridas tan recientes como la de nuestra Guerra Civil aplican a su historia un mayor relativismo, de suerte que los acontecimientos más relevantes no sean patrimonio ni de tirios ni de troyanos, sino acervo de una cultura común que generalmente no se impugna. Es como si formasen parte del paisaje en el que la gente se educa y se desenvuelve. Tal grado de madurez, sin el permanente revisionismo del pasado que se practica en España, es lo que permite que las democracias occidentales tengan tan firmes sus bases culturales y tan asumidas las páginas de su historia, cómo no con luces y sombras.

Es un buen síntoma que los alborotadores de La Toma no sean ya más que una anécdota, aun reconociéndoles el ejercicio de libertad que representaba su protesta. Pero finalmente se ha impuesto el sentido común. Esperemos que los actos de hoy en Granada no desmientan la evolución que últimamente venía experimentando esta fiesta.

Francisco Giménez-Alemán es periodista

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