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La mezquita de Sevilla

Sumidos en la exaltación festivo-católica, buena parte de la ciudadanía laica soporta con tolerancia el tinglado de la Semana Santa, si no disfruta con sus atributos sensibles. Las sinergias culturales de nuestra compleja historia deben ser comprendidas íntegramente.

el 15 sep 2009 / 01:51 h.

Sumidos en la exaltación festivo-católica, buena parte de la ciudadanía laica soporta con tolerancia el tinglado de la Semana Santa, si no disfruta con sus atributos sensibles. Las sinergias culturales de nuestra compleja historia deben ser comprendidas íntegramente, pues hacen de Sevilla un ejemplo destacado de cómo contemplar con armonía la integración de vectores diversos en la construcción de nuestro futuro. Ejemplo de tolerancia, para muchos excesiva, es el que dan los gobiernos municipales de izquierda habidos desde 1979, manteniendo en escenarios civiles actos como el pregón de la Semana Santa, cuyo lugar natural debería ser la catedral, donde el cardenal presidiría sin que el alcalde de Sevilla tuviera que ceder el lugar que le corresponde. ¡Vive Dios?!

En el treinta aniversario de la Constitución toca avanzar decididamente en la pluralidad de la vida cotidiana. El Ayuntamiento de Sevilla debe tener firmeza en la resolución del objetivo de procurar que la ciudad vuelva a contar con una mezquita mayor en la que los creyentes musulmanes, tan moderados en su mayoría como la mayoría de los católicos, puedan realizar con la dignidad debida el cumplimiento del viernes. Un centro, equivalente a muchos otros existentes en grandes ciudades de Europa, carentes del pasado islámico que tiene Andalucía, y que también funcione como institución que contribuya a fomentar el entendimiento ciudadano y la alianza en favor de la paz y la libertad.

El Ayuntamiento se avino a las razones esgrimidas por un grupo significativo de vecinos de los Bermejales, decidiendo buscar un nuevo acuerdo con la comunidad islámica sobre la reubicación de su mezquita. El ofrecimiento municipal alternativo en el sector de la Cartuja fue aceptado, pero las prisas mediáticas, con las que se aceleran día a día nuestros responsables públicos, dejaron sin atar los lazos colaterales de cortesía tan necesarios en un pacto en materia tan sensible.

Cartuja 93 debería entender que no es un virreinato, que el ámbito total de la llamada isla de la Cartuja corresponde ordenarlo en su integridad urbana al Ayuntamiento de la ciudad. Ese extraordinario fragmento de ciudad heredado de la Exposición Universal ha sufrido múltiples decisiones que rectificaban su destino como tecnópolis, pues ¿a qué segmento de esa naturaleza responde la absurda Isla Mágica? Sin abundar en los numerosos usos establecidos en su recinto que poco tienen que ver con sus fines estatutarios.

El Ayuntamiento, que no ha sido suficientemente versátil en el reordenamiento de aquellos espacios urbanos, debe ahora ser firme en la ubicación de la mezquita en la avenida de Carlos III marcando simbólicamente una gran vía urbana carente de arquitecturas relevantes. Por su parte, la comunidad islámica deberá corresponder llevando a cabo no un pastiche sino una obra de interés, al menos semejante a la mezquita de Roma del arquitecto Paolo Portoghesi.

La altura del alminar, ya no es cuestión. La torre Pelli de Cajasol protege con su larga sombra.

Catedrático de Arquitectura de la Hispalense. vpe@us.es

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