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La noche despierta a la luz de 'Amarguras'

el 15 sep 2009 / 01:51 h.

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Sevilla anochece en San Juan de la Palma y es la hora de La Amargura. Esta vez no hubo suspense, como hace un año, ni el frío que heló a cientos de personas en esa noche de principios de abril.

La Semana Santa de 2008 es temprana, hace buen tiempo y, cuando el reloj marca las ocho menos cuarto y las luces del día se iban apagando, la cruz de guía de la hermandad salía a una calle que estaba a reventar.

A pesar de la luz del atardecer, los nazarenos iniciaban su estación de penitencia de la iglesia con los cirios encendidos y la mirada fija, bajo el antifaz blanco, en la calle Feria y en la carrera oficial. Sólo un cuarto de hora después tardó en aparecer el poderoso paso del Cristo en el Desprecio de Herodes, cuando ya la noche hizo acto de presencia. Una fortaleza que gana más brío si cabe con la dirección de su capataz, Manuel Villanueva.

"La gente buena, siempre de frente", gritaba el capataz a sus costaleros, a los que no paraba de llamar "valientes". Los asistentes se mantienen en silencio, pero en cuanto el paso más largo de Sevilla empezó a enfilar la calle Feria, todos rompieron en aplausos. A la par, las farolas de alrededor se encendieron para iluminar el camino hasta la carrera oficial.

Tras las cirios encendidos, la Virgen de la Amargura, que estrenó ayer una saya de tisú de oro, volvió a reencontrarse con la noche cerrada, pero ésta vez más primaveral que en las últimas ocasiones. No hay frío y, si lo hay, se rompe con los sones de Amarguras, que empieza en el mismo momento en que sale de la iglesia de San Juan de la Palma, pero que no deja de acompañar a la dolorosa hasta el final de la estación de penitencia, con una única excepción que se dio en la carrera oficial, cuando la banda de Música de Nuestra Señora del Águila de Alcalá sorprendió con otro signo inequívoco de la música cofrade: Virgen del Valle.

La hermandad de La Amargura se vio contagiada por el retraso en el que sumió a todas las corporaciones del Domingo de Ramos desde la mitad final de la tarde. Al filo de la medianoche, cuando los nazarenos llegaron a la plaza de San Francisco. Hasta 25 minutos de retraso tenía la corporación en ese momento, que se vio obligado a recuperar hasta entrar en su templo ya entrada la madrugada.

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