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La primera dama que tocó a la reina

Hace unos días la prensa británica comentaba indignada el comportamiento de la esposa del Presidente de Estados Unidos en la recepción que la Reina de Inglaterra les dio con motivo de la cumbre del G-20. El estricto protocolo de la monarquía británica establece que la reina...

el 16 sep 2009 / 01:00 h.

Hace unos días la prensa británica comentaba indignada el comportamiento de la esposa del Presidente de Estados Unidos en la recepción que la Reina de Inglaterra les dio con motivo de la cumbre del G-20. El estricto protocolo de la monarquía británica establece que la reina es, materialmente hablando, intocable. Ella pueda tocar a sus invitados, pero este trato está prohibido en sentido contrario y pocos se atrevieron a saltarse las normas en el pasado. De hecho, los diarios británicos fustigaron ampliamente al ex primer ministro australiano Paul Keating en 1992 por haberse atrevido a envolver con su brazo a Isabel II, llegando a colgarle el apodo de el lagarto.

Sin embargo, la nueva Primera Dama estadounidense se ha atrevido a tocar a la reina y los británicos de alcanfor, liderados por buena parte de los medios de comunicación, han puesto el grito en el cielo. ¿Cómo justificar esa aversión tan visceral al trato humano, una renuncia tan expresa y expresiva a la humanidad elemental que representa el dejarse tocar o incluso rozar afectuosamente por nuestros invitados? Cuando se legitimaba la monarquía afirmando que los reyes lo eran por la gracia de Dios quizá pudiera entenderse su distinción y lejanía como seres cuasi divinos, pero cuando los reyes son lo que son porque lo quiere el pueblo haciendo uso de su soberanía no consigo ver la razón de estas distancias.

Estableciéndolas, las monarquías se muestran con su carácter más retrógrado y extemporáneo. Y en lugar de generar respeto dan, por el contrario, más bien risa. Pero tampoco conviene equivocarnos. Lamentablemente, este tipo de distancias entre gobernantes y gobernados y entre representantes y representados no es propio solamente de las realezas acartonadas. Son igualmente las formas de actuar de la mayoría de las élites mundiales, ya sean políticas o financieras.

Las reuniones internacionales se hacen rodeadas de engolamientos y protocolos que deben obligar a que los asistentes tengan que estar más pendientes de no meter la pata que de arreglar los problemas que tiene la humanidad y cuya solución está parcialmente en sus manos. Es significativo que una parte de Europa se escandalice por la proximidad y nuevos aires que en definitiva refleja el abrazo de Michelle Obama. Es la Europa que no quiere renunciar a sus privilegios y que, para mantenerlos, está haciendo que nuestro continente como un todo esté casi paralizado frente a la crisis, impotente e ineficaz, atrapado en un conservadurismo que no hace sino crear desafección ciudadana ante el proyecto europeo.

El abrazo de los Obama es parte del aire fresco que le está faltando a Europa en estos tiempos de crisis. Europa está enferma de esclerosis. Nuestras instituciones están acartonadas. Falta imaginación y osadía en la clase política y rebeldía en los ciudadanos y ciudadanas para enfrentarnos a todo ello. Tendríamos que dejarnos mecer en esos nuevos vientos e incluso aprender de la voluntad de ir contracorriente que, al menos sobre el papel, está manifestando Obama.

En fin, me pregunto cómo debe ser la piel de alguien a quien nadie puede tocar en público y si lo que nos está pasando no es la consecuencia de que quienes nos gobiernan se empeñen en mostrarse siempre por encima de las gentes normales. Tengo la seguridad que nos iría mucho mejor a todos y a todas, si se comportaran como seres de carne y hueso, con pieles que rozan la desgracia, el goce y la alegría de los demás.

Vicerrectora de Postgrado de la Olavide

lgalvez@upo.es

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