Cultura

"La primera reforma laboral, y también la más dura, es el paro"

El novelista sevillano aborda la explotación laboral en ‘La mano invisible’, su última novela y la más arriesgada hasta la fecha

el 24 sep 2011 / 20:17 h.

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Después de revisar la historia reciente de nuestro país en El vano ayer -la novela que le consagró y le valió el premio Rómulo Gallegos- y de explorar los mecanismos de control del poder en El país del miedo, Isaac Rosa vuelve a la actualidad con su novela más arriesgada hasta la fecha, La mano invisible (Seix Barral), donde aborda la explotación laboral a través de un metafórico espectáculo en el que el público contempla a una serie de currantes desempeñando las más arduas faenas.

-¿No es paradójico que, ahora que el trabajo es el sueño de millones de españoles, usted lo presente con tintes de pesadilla?

-Pues sí, estamos en un momento en que las preguntas que surgen de la novela parecen más necesarias que nunca, pero las condiciones para hacérselas son las peores. Se han perdido un montón de cosas que hacían que valiera la pena la pena el trabajo -poder adquisitivo, derechos sociales-, y estamos todos asustados, hasta el punto de que poco menos que debemos dar las gracias por trabajar. Lo ha dicho el Ministro de Trabajo: lo importante ahora es trabajar, da igual las condiciones.

-Su blog se titula, en homenaje a Pavese, Trabajar cansa. ¿Dónde quedó aquello de la realización personal?

-Si todo eso ya era dudoso antes, si toda esa ética del trabajo ya me sonaba a adoctrinamiento, a programa disciplinario, hoy se me antoja insostenible. Todo lo que trabajar tenía de positivo, no lo ve la mayoría de la gente común. Si el trabajo te daba una identidad, ahora es una identidad precaria. Y lo que era un factor de integración social, ahora lo es de exclusión.

-¿En qué momento quiebra esa vieja idea del trabajo digno?

-Creo que el mundo del trabajo ha sido siempre conflictivo, se ha apoyado tradicionalmente en una mayor o menor dosis de violencia. Cuando preparaba la novela, me interesó mucho ver cómo se construyó el concepto de trabajo en los primeros momentos de la industrialización, cuando había que combatir no la holgazanería, sino la resistencia de los trabajadores a hacer algo que no veían nada claro. Este tipo de relación laboral, el del modo de producción capitalista, nos acompaña sólo desde hace dos siglos, no es connatural al hombre. Y ha habido momentos históricos en los que hemos estado mejor. Pero tras la II Guerra Mundial renunciamos a la revolución a cambio de beneficios y de un Estado de bienestar. A partir de ahí, hemos ido de derrota en derrota, y sobre todo hemos dejado de ser una amenaza para el patrón.

-Máxima exigencia, mínimas condiciones: así trabajan los personajes de su novela. Me pregunto si en las actuales circunstancias la situación sólo puede ir a peor.

-Sin ánimo de desanimar al personal, soy bastante pesimista. Veo lo que está ocurriendo, la ofensiva tan intensa y tan extensa, y la desproporción con la resistencia que estamos oponiendo. En sólo unos meses hemos liquidado cosas que han costado décadas conseguir, y no las vamos a recuperar cuando suba el PIB. Debemos saber que las verdaderas reformas no se publican en el BOE, y que la primera reforma laboral, y también la más dura, es el paro, que crea ese estado de ánimo derrotista, nos hace trabajar más a cambio de menos, y nos hace competir más que nunca con nuestros compañeros, para que no caigamos nosotros en el próximo ERE.

-Usted ha sido muy crítico con los sindicatos. ¿Están condenados a un papel secundario en la novela de la crisis actual?

-A los sindicatos los aprieto, pero sin pasarme. Hay que ser muy crítico con la postura de desmovilización que han tenido, pero también hay que reconocer que no han contado con un ambiente favorable, no sólo por las campañas de desprestigio, sino por la progresiva desideologización de los trabajadores. No sé si fue antes el huevo o la gallina, pero lo cierto es que no tenemos con qué sustituirlos: hay que contar con ellos.

-¿En qué medida pueden los indignados y el 15-M mover la situación?

-Con el 15-M he experimentado ilusión, pero no me he convertido en un iluso. Para mí esas movilizaciones han sido una de las mejores noticias de los últimos años, el surgimiento de un nuevo sujeto político, y que no está en absoluto agotado aunque muchos quieran liquidarlo. Pero creo que no es suficiente. Frente a la gravedad de lo que vivimos, debería agrupar a mucha más gente. Puede que no estemos suficientemente indignados.

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