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La Sevilla que nunca existió

La oferta de artes plásticas de estos meses en la ciudad es muy superior a la que puedan hacer los grandes almacenes aunque la gente siga yendo mucho más a éstos que a los museos, pero ése es otro tema.

el 15 sep 2009 / 19:00 h.

La oferta de artes plásticas de estos meses en la ciudad es muy superior a la que puedan hacer los grandes almacenes aunque la gente siga yendo mucho más a éstos que a los museos, pero ése es otro tema. Andando por el de Bellas Artes, de la exposición de Roelas a los cuadros invitados del Mariscal, podría hacerse una reflexión sobre las vueltas que ha dado una Sevilla aparentemente inmóvil desde siempre. Roelas fue un sevillano flamenco, algo que en su tiempo era más que normal, tanto como que sobre la puerta del Ayuntamiento de Amberes esté el mismo escudo que en la del Apeadero del Alcázar.

Sin los flamencos faltarían ahí los azulejos de los salones del palacio gótico, pasos en la Semana Santa, cuadros en la mitad de las iglesias, base bibliográfica española, tal vez no existiera la Real Maestranza e, incluso, los enamorados no podrían recitar las Rimas de Bécquer. Pero luego, en la calle, parece que nadie de Flandes hubiera vivido nunca aquí. Algo parecido sucede con quien mandó pintar a Pedro de Campaña esos cuadros invitados, el Mariscal Diego Caballero de la Rosa, que volvió rico de Santo Domingo habiéndose ido no sólo más pobre sino como hijo de un judío converso, penitenciado por la Inquisición en 1488. Se fue a las Indias cuando las leyes prohibían embarcarse a los de sangre no limpia, llegó a Caballero Veinticuatro aunque sólo podían acceder al cargo gentes de la más pura estirpe.

Fue nombrado mariscal por Carlos V, compró la capilla que ahora se restaura y está enterrado en ella. Pero ¿no quedábamos en que todo eso, según los libros de Historia oficial, era imposible? Los flamencos que jamás anduvieron por estas calles y los judíos que tuvieron que irse de ellas están ahora en el Museo de Bellas Artes. Son la viva estampa de la Sevilla que, por lo visto, nunca existió.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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