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La tromba pasó de largo

La capital evitó las incidencias de las lluvias, que alejó del todo el calor. Más que quejarse, los sevillanos agradecieron esta tregua tras semanas a más de 40 grados.

el 17 ago 2010 / 20:08 h.

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Dos cocheros charlan cerca de la catedral.

La capital esquivó la tormenta y, aunque cayó una buena tromba, apenas causó desperfectos salvo alguna que otra rama caída de los árboles, según informaron fuentes municipales. La único incidencia que tuvo el agua en Sevilla fue la confirmación de que el calor por fin ha dado una tregua, algo que lamentan los playeros, pero que agradecen los que tienen que trabajar a pleno sol, que tuvieron una jornada tranquila.

"Esto es gloria bendita, como el aceite para las espinacas". Y es que este tiempo llega como mano de santo para Loli Maestre, que se ha pegado medio verano sudando la gota gorda dentro de su puesto de golosinas -también de agua, recarga de móviles y un sinfín de productos más- en una esquina de la plaza San Jerónimo de Córdoba, delante del hotel Don Paco. "Y el calor que ha hecho me viene muy mal para la tensión, que se me baja como un globo", dice mientras charla animadamente con José Hidalgo. Los dos están justo detrás de su puesto, bajo tres sombrillas que "valen para protegerte del sol y para taparte por si llueve, como ahora".

Poco antes del mediodía, las primeras gotas mojaban las aceras del centro, tras una mañana más típica de otoño que de verano, por mucho que Loli repita el dicho de que "en agosto, frío en rostro". Pero la sensación no era de frío, sino de algo de brisa y, tras más de una hora a medio camino entre chaparrón, de bochorno. Luego llegarían las tormentas de la tarde, aciagas para el resto de la provincia, pero que apenas afectaron a la capital.

La opinión generalizada es que el bochorno es mejor que estar a 40 grados a la sombra, sobre todo para los que les toca sufrir con el trabajo en agosto. Así lo habría sufrido, de no ser por las nubes, Antonio Alonso, el guardia de seguridad del aparcamiento de Escuelas Pías. Por si acaso, llevaba su botella de agua, aunque no le hizo falta. Antonio miraba al cielo y tenía claro que "que el tiempo idóneo es el calorcillo de primavera".

A pocos metros esperaba Iván Carmona, que en unos minutos le tocaba ponerse al volante de la Línea 10 de Tussam, la que lleva a San Jerónimo. Iván ve en el cambio de tiempo un alivio, en especial para su mujer, que está embarazada de ocho meses y que está pasando un verano de aúpa. "Con tanto calor, lo ha pasado mal y hasta ha tenido algún mareo", dice, mientras ruega que aguante un poco más este clima, aunque ya ha visto el tiempo y sabe de que antes de que dé a luz "quedarán unos días de calor más".

Cuando se produce el cambio de turno, el autobús está con el aire acondicionado, como la mayoría. Y es que el calor no ahoga pero sigue apretando un poco. Ya lo dice Diego Piñero, un cuponero que lleva cuatro años vendiendo en la Encarnación. Aunque cree que las temperaturas han bajado entre siete y ocho grados, no tiene esperanzas de que acabe este infierno de verano, ya que "queda mucho agosto y el calor del membrillo".

Y, así, los pocos sevillanos que estaban en la capital disfrutaron de la primera tregua de calor. Sobre todo en la construcción. O si no que se lo comenten a Francisco Morán, de una obra de la avenida Emilio Lemos de Sevilla Este y que confiesa que por la mañana "hasta hizo fresco". Eso lo dice después de semanas aleccionando a sus compañeros para contrarrestar al sol. "La clave es beber agua y turnarse en el andamio".

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