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Lama de Góngora eleva su techo y se alza como nuevo valor del toreo sevillano

Plaza de la  Real Maestranza de Sevilla

Ganado: Se lidiaron cuatro erales de Juan Pedro Domecq y dos, primero y tercero, marcados con el hierro filial de Parladé. Destacó por su boyante juego el lidiado en primer lugar; también sirvieron segundo y tercero, éste con más complicaciones. El cuarto, rebrincado, se movió siempre. El quinto resultó pronto pero corto de viajes y el sexto fue el más deslucido de la noche.

Aspirantes: Miguel Ángel León, de Gerena (blanco y oro), ovación y vuelta al ruedo tras petición de trofeo.Alejandro Pavón, de la Escuela de Amate (turquesa y oro), silencio en ambos.Lama de Góngora, de la Escuela de Sevilla (espuma de mar y oro), oreja y ovación tras aviso.

Incidencias: La plaza casi se llenó -sólo faltó la grada de Sombra- en noche muy calurosa.

el 03 ago 2012 / 10:14 h.

Pocos, muy pocos recordaban el llenazo que saludó la final de un ciclo de promoción que, de alguna manera, ha implicado una vuelta a los orígenes. Parte de la culpa la tiene esa crisis que nos está devolviendo nuestro verdadero ser pero también, eso está claro, el ambientillo que se ha lucrado el joven Paco Lama con esa Puerta del Príncipe -seguida de su victoria en el televisado concurso de las escuelas- que le colocó en el disparadero y despertó ilusiones antiguas en el dormido ambiente taurino de Sevilla.

Gran parte de la parroquia estaba deseando reeditar el milagro y el primer trofeo cortado al tercero de la noche hizo concebir esperanzas. Pero era lo de menos. Con un lote lleno de teclas que tocar, el joven Lama enseñó nuevos registros: precisión exquisita en los toques, temple deslizante, y una asombrosa capacidad para andar en la cara de los novillos sin descomponer nunca el hilo de sendos trasteos bien hilados y mejor estructurados que convencieron a todos los profesionales.

Ya se puede decir alto y claro. Si los avatares de la vida y el toreo no lo descomponen, el nuevo valor de El Arenal podría funcionar en esto y la gente lo sabe. Sólo así se puede explicar el emocionante eco del brindis que dedicó al público antes de cuajar de cabo a rabo al tercero, un eral potable pero con muchas cositas que tapar y corregir. Lama lo entendió a la perfección en una labor que comenzó genuflexo y siguió con firmeza antes de que brotara -como en una fuente- un toreo hondo y arrebujado, pausado y resolutivo en los muletazos fundamentales; preciosista e imaginativo en los remates y siempre, siempre, llenando plaza con sentido de la escena. Con la muleta en la mano izquierda supo esperar y templar al eralote de Parladé, que acabó deslizándose en los naturales del novillero sevillano, que llegó a pasarlo a pies juntos en el colofón de su reveladora faena y amarró la oreja de una buena estocada.

Pero la espada se le iba a atragantar con el deslucido sexto, que sí le sirvió para elevar el nivel del examen maestrante y enseñar que también puede darle fiesta al malo. Lama supo ayudarlo, llevarlo y taparlo; conducirlo a su aire sin molestarlo con una exquisita y sorprendente suavidad que abrió la puerta de su futuro. Hasta hubo un terso final, muy enfrontilado con el novillo para concluir su puesta de largo con la afición sevillana. De él depende.

Si Lama era el ganador indiscutible del ciclo de promoción, el jurado designó a Miguel Ángel León y a Alejandro Pavón como segundo y tercer clasificados. El de Gerena, muy animoso siempre, maneja mejor el capote que la muleta aunque consiguió conectar con el público, especialmente después de irse a portagayola en el cuarto de la tarde. Eso sí, a sus ganas de bullir y agradar le falta un mayor compromiso en la colocación y en los cites. El aspirante de la escuela de Amate, mucho más desdibujado, pasó esta vez de puntillas y pecó de andar muy descruzado en sus dos novillos.

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