Toros

Lama pasó la reválida con nota

El joven novillero sevillano no defraudó las expectativas levantadas aunque el mal manejo del acero le escamoteó el triunfo.

el 10 abr 2013 / 23:35 h.

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Plaza de la Real Maestranza de Sevilla Ganado: Se lidiaron cuatro novillos de Juan Pedro Domecq –el quinto jugado como sobrero– y dos de Parladé, mal  y desigualmente presentados en líneas generales. El mejor fue el segundo. Se dejaron primero, segundo y cuarto. Quinto y sexto –mirón y tardo– presentaron más complicaciones Novilleros: Gonzalo Caballero, de blanco y oro, ovación y silencio. Sebastián Ritter, de turquesa y oro, silencio y silencio tras aviso. Lama de Góngora, de amapola y oro, ovación y ovación tras aviso. Incidencias: La plaza registró más de media entrada en tarde plomiza y fresca. Gonzalo Caballero pasó a la enfermería después de estoquear al primero de la tarde siendo atendido de diversas contusiones. Destacaron los hombres de Lama de Góngora. lama-gongora-maestranzaHabía girado como la veleta de una espadaña bordándolo por Chicuelo y rematando con una impecable larga cordobesa. Fue quitando al segundo novillo pero la primera gran sorpresa llegó al cruzar el monte Baratillo para hincarse de rodillas delante de la inmensa puerta de chiqueros y pasarse al melocotón que hizo tercero por encima de la montera. Llevaba el capote que usó Manzanares en el indulto de Arrojado, un engaño que acabó en sus manos cuando sólo era un desconocido aspirante que no podía soñar con la Puerta del Príncipe –sólo un año después– de aquella noche mágica de verano. Ese gran triunfo y la expectación creada eran los principales escollos que tenía que salvar ayer Lama de Góngora, que elevó su techo al escenificar un trasteo luminoso, variado y revelador que enseñó sus registros de gran intérprete. Paco se meció con los novillos con ritmo y naturalidad, pero lo hizo siempre toreando, especialmente después de un sedoso cambio de mano que hizo rompero su primera faena y la música de Sevilla. A los sones de Ópera Flamenca, dibujó el toreo más clásico con la mano izquierda trufando el trasteo de sensacionales pases de pecho, ayudados, muletazos por bajo y pases de todas las marcas que debe administrar mejor para no recortar el toreo fundamental. Pero Lamita acabó de reventar aquello poniéndose de frente y cuajando sensacionales naturales que apuraron el escaso gas del noble juampedro. Cerrado en tablas se empeñó en pinchar y pinchar escamoteando un trofeo ganado a ley que habría cambiado la tarde. Pero el torero del Arenal no se amilanó y le pegó tres largas cambiadas al sexto después de volver a los chiqueros. Crudo y sin picar, lo fue metiendo en una faena ajustada pero a más en la que brilló, ésta vez, el toreo diestro. Tuvo que aguantar parones y miraditas que revalorizaron una labor que también habría tenido premio si no se huviera atascado de nuevo con la espada. Hay que machacar el carretón pero su papel sigue al alza. No hubo más: el extrafalario colombiano Sebastián Ritter se perdió en espejos prestados, mostró valor improductivo y enseñó el abracadante marchamo del dojo de su mentor, Antonio Corbacho. Pero se le fue de cabo a rabo el mejor novillo del encierro –que fue el segundo– y pasó demasiado tiempo en la cara del quinto jugándose el tipo sin sentido y acabando con la paciencia de la parroquia. Tampoco enseñó nada Gonzalo Caballero, estancado y plomizo como el cielo que cubría la plaza. Se llevó un brutal palizón del primero y acabó disolviéndose como un puñado de arena en el mar con el soso y noble cuarto. Mal asunto.

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