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Las rejas por un escaparate

Un programa de Instituciones Penitenciarias prepara a los reclusos para su libertad a través del autoempleo.

el 20 mar 2011 / 21:26 h.

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Murat, uno de los 42 presos del programa ‘Jóvenes, autoempleo y prisión’, ha abierto su ‘Kebab’ en Madrid.

Murat ha abierto su Kebab en Alcalá de Henares (Madrid), María sueña con su restaurante latino y Daniel anhela tener un bar en la playa, Ísan aspira a tener su taller de chapa y pintura y Bogdan a preparar a los presos en su regreso a la ansiada libertad con su gabinete de coaching -entrenamiento o asesoramiento-.

Estas son algunas de las 42 historias de reclusos emprendedores elegidos cuidadosamente para un programa iniciado en 2008 por el Instituto de la Juventud (Injuve) e Instituciones Penitenciarias que prepara el camino de la libertad a jóvenes de entre 20 y 35 años, a través de la formación y el autoempleo.

Cuando los ojeadores profesionales de la cárcel escogieron a Ísan, de 31 años, para acceder al programa, este joven madrileño preguntó al tribunal que lo examinó dónde estaba la cámara oculta, pensando que se trataba de una broma. "En la parte final de la condena tenía la sensación de que sobraba allí", dice Bogdan, un despierto y locuaz rumano, de 32 años, condenado a 12 años de cárcel por falsificar tarjetas de crédito, de los que ha cumplido cinco años y tres meses. María, nombre ficticio de una "latina" de 30 años, condenada a nueve años y un día por narcotráfico -la tarifa plana en el argot carcelario- pronto se licenciará como trabajadora social y aspira a montar su propio restaurante latino con una socia.

El programa Jóvenes, autoempleo y prisión, pionero en España, se ha implantado en cárceles de Madrid y Castilla y León, con posibilidad de extenderlo a otras autonomías. A finales de octubre pasado había en España más de 79.500 reclusos de los que aproximadamente la mitad son jóvenes de entre 18 y 35 años.

Recuperación social. En esa franja es donde se encuentran personas "más receptivas" a la formación y "perfiles de gente más recuperables" para la sociedad, cuenta el director general de Coordinación Territorial y Medio Abierto de Instituciones Penitencias, Virgilio Valero. El programa consta de cinco fases: selección de los reclusos, acceso al régimen abierto en el centro Victoria Kent de Madrid, formación a cargo de la Fundación Tomillo, con especial énfasis en informática, trabajo por cuenta ajena para recuperar habilidades y destrezas perdidas en prisión, y montaje del propio negocio y gestión asistida del mismo.

El perfil de recluso que se busca es aquél "que manifiesta una cierta vocación emprendedora" y que ha tenido una actitud proactiva y participativa en prisión y que "por las razones que sean quieren huir del patio y aprender un oficio", apunta el sociólogo Enrique Arnanz, coordinador del programa. "A nosotros no nos importa para nada el delito; nos importa la persona", dice Arnanz.

Personas como María, que un día creyó que podía "comerse el mundo", se embarcó en un vuelo a Barajas con una maleta cargada con droga y acabó en la cárcel, lejos de su familia, donde halló su "rumbo" en el estudio y en el programa de formación y autoempleo. "Ha sido un espacio en recesión, de pausa, como las videocaseteras; le das al pause y allí te quedas un momento viviendo tu mundo, en tu burbuja, luego le das al play y la vida continúa", afirma.

Otra característica básica para acceder al programa es que el candidato haya cumplido, al menos, una cuarta parte de la condena, tener su horizonte de libertad en un plazo relativamente corto o haber accedido ya al tercer grado. Instituciones Penitenciarias tiene múltiples programas para la reinserción, pero en este en concreto "se requieren unas cualidades que no todo el mundo tiene", afirma Valero. "No todos somos emprendedores ni hemos montado un negocio" en la vida normal.

Crear un negocio desde la cárcel

El programa Jóvenes, autoempleo y prisión escogió en un principio a 48 reclusos, pero seis fueron apartados por inadaptación. Los demás ya han completado su formación, con su plan de negocio incluido.

Y actualmente ya hay en marcha siete negocios, como el de Murat, un joven turco de 32 años, condenado a 12 años por narcotráfico y que ha "perdido" seis años y tres meses de su vida entre rejas, aunque piensa "siempre en positivo", confiado en su idea de crear una cadena de kebabs y de distribución de carne. "Valoro más las cosas que antes despreciaba", dice Murat apoyado en la barra de su negocio. "Maduré en la cárcel y mis amigos y mi familia me han visto muy bien, cambiado".

Como Murat, todos los presos acogidos en este programa tienen en común el remordimiento del delito y las ganas de salir del túnel e iniciar una nueva vida.

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