Cultura

Leonardo Di Caprio se plantea trabajar con el director sevillano Julián Lara

El director sevillano invita al astro hollywoodiense a su próximo rodaje en plena Berlinale

el 13 feb 2010 / 20:45 h.

Ni Martin Scorsese, ni Ben Kingsley, ni Leonardo di Caprio. El protagonista de ayer en Berlín fue el vampírico realizador sevillano Julián Lara. A la espera de que llegaran las citadas estrellas hollywodienses, los cuatro centenares de periodistas que abarrotaban la sala de prensa vieron cómo Lara entraba con su mujer por la puerta de los actores y tomaba asiento en el lugar de los invitados.
Cuando llegaron los protagonistas secundarios de la jornada, Scorsese y compañía, Lara pidió el micrófono y en vez de hacer una pregunta, le ofreció a Di Caprio delante de la prensa mundial que rodara con él en España, ya que, entre otras razones, "es más barato". Alucinante. Después de ver Shutter Island, un thriller psicológico en el que resulta imposible trazar las líneas entre la realidad y la imaginación, era complicado confiar en los sentidos y creerse que este brillante realizador sevillano le estuviera proponiendo trabajo a Di Caprio en plena Berlinale.
Por eso, a la espera de firmar con Lara, Di Caprio se ha conformado de momento con seguir trabajando para Martin Scorsese. La química funciona (por cuarta vez) y Di Caprio demuestra que es un actor consolidado. El emocionante silencio que reinó en el Berlinale Palast durante la proyección, las lágrimas indisimuladas de los espectadores y el sonoro aplauso final fueron la mejor prueba de que el objetivo se había logrado. La actuación de un soberbio Ben Kingsley, que interpreta al director del aislado centro penitenciario del que ha desaparecido una paciente, también contribuyó a ello.
Di Caprio, en su papel de un agente de policía que tiene que investigar la desaparición y que sufre él mismo trastornos psicológicos, demuestra que ha dejado de ser carne de carpeta adolescente y no duda en acudir a clásicos como la hitchcockiana Vértigo para inspirarse.
Para él, reconoció, no es algo nuevo. Taxi Driver, la película de Scorsese protagonizada por Robert De Niro, "me la mostró mi padre de pequeño, que tiene la misma edad que Martin y proceden del mismo barrio. Nunca antes me sentí tan identificado con un personaje: yo también quería limpiar las calles de Nueva York", bromeó el actor de raíces italianas.
El director recibió los constantes halagos de su equipo por la perfección con la que maneja el juego entre realidad y ficción de la cinta sin perder nunca la perspectiva. Ben Kingsley comentó que "aunque sea la persona más inteligente que haya en ese momento en el plató, trata a los actores como si fueran más inteligentes que él... y eso es una sensación maravillosa". Di Caprio tampoco escatimó los piropos y calificó de "regalo" la posibilidad de trabajar con él, ya que "me ha abierto nuevas perspectivas Di como actor".
Las dos películas que ayer competían trataban el tema de la familia. Era algo que ya avanzó el director del festival, Dieter Koslick, acerca de la temática de esta Berlinale y que seguramente habría hecho muy felices a nuestros obispos (tan preocupados por estos temas) si se hubiera celebrado en España.
Submarino, del danés Thomas Vinterberg, nos muestra, como la saga Millenium, el lado más oscuro de los países nórdicos, en este caso, los problemas con el alcohol y las drogas de una familia en la que padres como hijos viven enganchados a sustancias nociva.
Eu cand vreau sa fluier, fluier -If I want wo whistle, I whistle-, del rumano Florin Serban, sorprendió, por su parte, con la brillante actuación de un debutante llamado George Pistereanu quien da vida a un joven recién salido de un centro de menores que lucha por que su madre no se lleve a su hermano pequeño a Italia.

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