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Los otros santos del cielo

En Creta, desde donde escribo, la gente está tan rodeada de iglesias, capillas y ermitas como en Sevilla. Las hay grandes y diminutas, en las avenidas, las callejas y en medio de la soledad de montes que parecen los de la Sierra de Cádiz.

el 16 sep 2009 / 00:24 h.

En Creta, desde donde escribo, la gente está tan rodeada de iglesias, capillas y ermitas como en Sevilla. Las hay grandes y diminutas, en las avenidas, las callejas y en medio de la soledad de montes que parecen los de la Sierra de Cádiz. El cristianismo, católico u ortodoxo, bautizó con su propia agua todos los lugares en los que se hacía fuerte y, por eso, durante el día, puede tenerse la sensación de no haber cambiado de ciudad. Por la noche hay una diferencia fundamental: Heraclion está mucho menos iluminada que Sevilla y tiene a su frente el mar; se ven las estrellas como las veíamos hace treinta años en el Aljarafe, los Alcores o la Marisma.

Ahora, mientras la ciudad duerme y el bullicio se ha apagado, lucen sobre ella, perfectamente visibles, las constelaciones del Mediterráneo; incluso por debajo de las que coronan el cielo, se divisa el cinturón de las del Zodíaco, que en la mayor parte de España sólo ven quienes buscan cada día su horóscopo en los periódicos. La edición digital de El Correo me trae la agitación sevillana ante la cercana Semana Santa y percibo que el movimiento de este firmamento cada noche se corresponde con el que la tierra produce en cada estación del año.

Pero hay una diferencia: abajo, esas culturas anularon -en esta Grecia o en España- la concepción del mundo que la civilización griega produjo. Las advocaciones de las iglesias, las capillas y las ermitas se convirtieron en topónimos; los nombres de viejos mitos con los que el mundo tomó forma desaparecieron del territorio, de las montañas, de los caminos, de los golfos y los cabos. Sin embargo, no se sabe por qué, nadie tocó al cielo y allí se mantuvieron Perseo, Andrómeda, las Pléyades? todo el santoral de la antigüedad. Están ahí sus santos, aunque en Sevilla la excesiva iluminación ya no deje verlos.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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