Cada lunes se hace el silencio en las lonjas. Pero corremos el riesgo de que Andalucía termine convirtiéndolas en museos. Por más que digan los manifestantes, la culpa no sólo la tienen los precios del gasóleo sino las limitaciones en los caladeros y unas artes a las que a veces resulta difícil convivir con la ecología. O, a su vez, las prácticas de un sector en el que los armadores a veces se comportan como un tripulante más pero otras se tornan patrones decimonónicos, cuando se mantienen sistemas tan injustos de distribución de la pesca de bajura como el de las partes, sin sueldo base que valga, o el de la jarampa, cuando el dueño del barco gana un porcentaje igual al de todos los marineros juntos. ¿Por qué no se manifiestan los pescadores también contra esto?
