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Reencuentros en Miraflores

Más de 300 niños saharauis aterrizaron ayer en Sevilla para pasar dos meses de vacaciones con sus familias de acogida

el 30 jun 2013 / 18:41 h.

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recogida niños pueblo saharahui“¿Has visto lo alta que viene ya Salem?”. En las instalaciones de los Centros Sociales Miraflores es un día de muchas sonrisas, de besos pasionales, de alguna lágrima de emoción y de abrazos capaces por sí solos de condensar todas las acepciones posibles de la palabra reencuentro. Recién aterrizados de los campamentos de refugiados de Tinduf, más de 300 niños saharauis, con edades entre los 8 y los 12 años, llegaban este domingo a Sevilla para disfrutar durante los meses de julio y agosto de unas cortas vacaciones, alejados de la extrema dureza y de las altas temperaturas que se llegan a alcanzar durante el verano en el árido y pedregoso desierto argelino. Para niños como Aali, Salama, Sleyman, Manuha o Jaled, su llegada a Sevilla para participar en el programa Vacaciones en Paz es casi un premio por su escolarización y su puntual asistencia al colegio a lo largo del curso, al que acuden a diario a excepción de los viernes, día sagrado para los musulmanes. En los asentamientos de refugiados de Tinduf conviven unos 230.000 saharauis. Las condiciones de vida son duras. La mayoría de la población vive en jaimas, sin agua corriente, y depende casi totalmente de la ayuda internacional externa para subsistir, que ha ido decreciendo con los años. “Aunque sus familias vivan rodeadas de una gran escasez de medios, los niños son felices allí con sus juegos y sus colegios”, apunta Rafael Ruda, uno de los padres de acogida, ya veteranos, que participan en este programa. A su casa llegan cada verano dos pequeñas gemelas, Sukeina y Salma, de las que tendrá que despedirse en agosto al cumplir la mayoría de edad de 12 años establecida en las condiciones del programa. “En mi casa ellas nos cambian la vida durante verano, pero nos proporcionan una felicidad diaria, ya que la convivencia con estos niños nos obliga a sacar lo mejor de nosotros mismos”. En los campos de refugiados de Tinduf se habla el hasania, un dialecto del árabe, aunque en las escuelas se da primacía al aprendizaje del castellano, de ahí que para estos niños el idioma no constituya ninguna barrera. “Los más pequeños que vienen por primera vez a España lo notan al principio, pero en tres días hablan ya como loritos”. El saharaui Mohamed Saleh, de 20 años, se ha convertido en un voluntario más del programa Vacaciones en Paz. La primera vez que pisó Sevilla fue gracias a una familia de acogida, la misma que al cumplir los 12 años le terminó acogiendo bajo su techo, de común acuerdo con su familia natural, para que resolviera los problemas de riñón que le aquejaban y se forjara un aprendizaje. Mohamed, vecino de Sevilla Este y simpatizante del Betis, aunque sus colores son los del Barça, acaba de aprobar Selectividad “con buena nota” y se plantea estudiar Comercio Internacional. Tras seis años sin pisar Tinduf, hace dos veranos que regresó a su terruño natal. “Acostumbrado a esto, el primer día que estuve allí me quería morir. Cualquier cosa que tengas aquí, allí te cuesta 1.000 veces más. Para ver la tele, por ejemplo, necesitas que haya un día de sol para recargar las baterías solares y la mayoría de los aparatos son aún en blanco y negro”. La crisis también ha diezmado notablemente en los últimos años el contingente de niños saharauis que puede disfrutar de unas vacaciones. En 2006 a Sevilla venían unos 700 niños; ayer llegaron 305. Con todo, Rafael Ruda anima a las familias sevillanas a que, a pesar de las apreturas económicas, vivan la experiencia de compartir un verano con uno de estos niños cuya mirada nunca se olvida.

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