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Mateos Gago hecho calvario

el 16 sep 2009 / 01:05 h.

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"¿Ésta es de silencio?", pregunta José Luis Márquez al ver salir los primeros nazarenos de ruán negro del interior de Santa Cruz, a las 18.55 horas, cinco minutos antes de lo fijado en los horarios, y notar cómo la calle Mateos Gago -desde Fabiola al cruce con Mesón del Moro-, que estaba llena de gente, se queda en silencio. Este joven, de 16 años, es de Villamartín, Cádiz, y no ha visto nunca el Martes Santo.

Por eso va ganando posiciones y de la escalinata de la puerta lateral del templo pasa a subirse a la rampa hasta que, cuando el paso del Cristo de las Misericordias, enterrado en el monte de claveles rojos hasta la rodilla, avanza por la nave central buscando la puerta, se coloca frente a frente y le hace su primera foto.

Una veintena de monaguillos, bien repeinados, cruza el umbral justo cuando el reloj de la iglesia marca las 19.15 horas. El capataz, Fernando Fernández, pide a sus hombres una levantá a pulso para evitar daños al crucificado, y a continuación cuerpo a tierra. Mateos Gago, sin respirar, contempla cómo el paso supera el portalón de madera y unos segundos después, en un nuevo esfuerzo que obliga aún a bajar más los cuerpos, el dintel.

Y se escapa un "ay" unánime: la moldura de los respiraderos del costero izquierdo ha rozado levemente la fachada del templo, pero sale indemne. José Luis se apresura a tocarlo y uno de los auxiliares de la hermandad le reprende: "Te llevas el pan de oro". El paso, que recuperó hace pocos años la iconografía del Stabat Mater con la talla de la Virgen de la Antigua, sigue en alto. "¿Qué pasa?", pregunta el capataz que no puede mandar a sus hombres descansar. "Falta un zanco", le responde uno de sus auxiliares. Enseguida llega uno de los miembros de la priostía con el zanco, se arría el paso y comienza la elevación del Cristo con un ruidoso sistema de manivela. Mateos Gago ya respira, pero no habla, aunque no faltó quien intentó aplaudir el esfuerzo de los costaleros.

Un cuarto de hora después, Carlos Yruela toca el llamador del palio. Lo guía hasta la puerta y allí, antes de la segunda levantá repite, ante la Virgen de los Dolores, la dedicatoria que el Lunes hizo ante la Virgen del Rocío: "Por mi hermano Fernando, que ella se llevó al cielo hace poco".

Orquídeas blancas adornan las jarras frontales, el resto, claveles blancos. Sin roces, ni sustos, el palio superó la complicada puerta y la Banda Tejera le tocó Santa Cruz para despedirse de su templo y adentrarse en las calles estrechas de la antigua judería.

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