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México en el Sicab

Como hijo adoptivo de la ciudad mexicana de Guadalajara y estudioso de la historia pecuaria, he disfrutado mucho durante estos días en el Sicab que hoy se clausura, este año dedicado a México.

el 15 sep 2009 / 19:07 h.

Como hijo adoptivo de la ciudad mexicana de Guadalajara y estudioso de la historia pecuaria, he disfrutado mucho durante estos días en el Sicab que hoy se clausura, este año dedicado a México. Contemplando los espléndidos ejemplares expuestos, tanto andaluces como mexicanos, recordé que el caballo que se llevó originariamente al Nuevo Mundo, y que sirvió de base para todos los ulteriores biotipos de variantes de razas criollas, fue el caballo andaluz. Con los conquistadores pasaron también a América los primeros cuadrúpedos. Según decía en 1650 el jesuita Bernabé Cobo, "el animal que de mayor importancia ha sido para los españoles de cuantos se han traído a estas Indias es el caballo". Como instrumento bélico y como vehículo de su expansión territorial, el equino fue insustituible. Pero fue también un arma psicológica en el primer contacto con el aborigen. Esta especie de monstruo desconocido asombró realmente al indígena, hasta el punto, como refiere el soldado-cronista Bernal Díaz del Castillo al describir la conquista de México, que "aquí creyeron los indios que el caballo y el caballero eran todo uno, como jamás habían visto caballos...".

Juan Suárez de Peralta describía en México en el último tercio del siglo XVI en su Libro de Alveytería el esplendoroso desarrollo de la cría caballar con estas bellas palabras: "en la Nueva España hoy hay grandísimo número de caballos y yeguas; tantas, que se andan silvestres en el campo sin dueño [?] Ninguno de los regalados en caballeriza les hace ventaja en talle ni hermosura y lindo pelo, que es cosa muy de ver". Cuando había celebraciones públicas, los señores locales, al igual que sus homólogos en España, rivalizaban en valor y destreza "alanceando" o "corriendo" toros y participando en justas y "juegos de cañas y de sortija". El virrey de México Luis de Velasco fue definido por el mismo Suárez de Peralta como "lindo hombre de a caballo" en su libro El Arte de la Brida y la Jineta. Él difundió los ejercicios de equitación entre los mexicanos. Y es en este mundo en donde cobra gran relieve un personaje al que François Chevalier bautizó con la denominación de "hombre a caballo", que define todo un tipo de vida hondamente arraigado en la historia y en el folklore del pueblo mexicano (y de forma más específica de Jalisco, cuna de la Charrería), hasta convertirse en elemento identificador de la propia identidad cultural del país azteca.

El fenómeno no es, por supuesto, exclusivo de México. Con el tiempo, fueron apareciendo tipos similares en otras regiones ganaderas del continente: gauchos y gauderios en el Río de La Plata, llaneros en Venezuela, huasos en Chile, sabaneros en las Antillas, charros en México, y, más al norte, como recogiendo la arraigada tradición hispánica de la frontera septentrional mexicana, también los cow-boys del legendario Oeste norteamericano. Todo esto lo he reflexionado durante estos días en esta edición del Sicab dedicada a México. Ha sido una gran fiesta para Sevilla.

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