Cofradías

Monaguillos alegres junto a la dolorosa de los ojos verdes

el 18 abr 2014 / 00:04 h.

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Hermandad de El Valle. / Foto: J.M.Paisano Hermandad de El Valle. / Foto: J.M.Paisano Los pequeños monaguillos que juguetean con sus cestas de caramelos ante los pasos de la hermandad del Valle no podrían destacar más en otra cofradía que en ésta, siempre inmutable, con su andar pausado, ajena a casi todo. Tras los juegos de los niños, tras sus padres saliéndose de entre el público para hacerles fotos y después de los consejos de última hora de sus madres, destacaba más la seriedad de la salida puntual de la cruz de guía de la Iglesia de la Anunciación, de los cirios color miel encendidos, de la reliquia de la sagrada espina y del lento caminar del paso de los espejos, tan peculiar en la Semana Santa sevillana, saliendo acompañado por la marcha Cristo de la coronación de espinas que interpretaba la Banda de Tejera desde su rincón a las puertas del templo. Observado por cientos de personas desde las gradas que ofrecen los escalones de las setas de la Encarnación, el paso enfila la puerta del templo, con su curioso contraste entre el dorado de la canastilla y los faroles plateados con sus cirios verdes, inclinado para acceder a la calle, sin una voz más alta del capataz, siempre de frente y siempre sosegado, precedido por la música suave del trío de capilla. Al momento, más nazarenos. Los diputados de tramo los llaman para que la fila sea perfecta, un cirial coge a otro de la casulla amarilla para que no adelante el paso y que todo siga en orden. Y de nuevo otro grupo de pequeños monaguillos vestidos de blanco y morado –algunos hasta con el chupete en la boca–, guiados por los pacientes paveros que los cuidan, se revolucionan en cuanto pisan la calle y sienten la expectación del público, que les pide más caramelos. Mientras, al fondo de la iglesia, iluminada lo suficiente para que a lo lejos se pueda ver el palio, se asoma el paso de Nuestro Padre Jesús con la cruz al hombro. La Banda de Tejera, aún ante la iglesia, toca la marcha que lleva el nombre del segundo paso de la cofradía y, ya en el dintel de la Anunciación, se empiezan a apreciar las texturas, las telas que visten al Señor, los mantos de terciopelo, los ropajes tallados... con un friso de flores multicolor alrededor –calas blancas, iris morados, rosas rojas, jacintos azules, cardos, clavellinas...–, el misterio dobla pausadamente la esquina y coge la calle Martín Villa. Hermandad de El Valle. / Foto: J.M.Paisano Hermandad de El Valle. / Foto: J.M.Paisano Una tercera tanda de chavalería revoltosa atrae entonces las miradas del público antes de que todos los ojos se dirijan hacia el interior del templo, donde ya se asoma la candelería irregular y completamente encendida de la Virgen del Valle, la única dolorosa de Sevilla con los ojos verdes, que procesiona fiel a su marcha, Virgen del Valle, que suena en cuanto se apagan los acordes de la Marcha Real. El palio burdeos, con sus bordados de antiquísimos hilos plateados y dorados, sus bambalinas cortas, está adornado con jarras de claveles rosas bicónicos, también inmutables cada año, también únicas en la Semana Santa de Sevilla. Son un poco más claros los claveles este año, y menos prietos los adornos florales, entreverados en verde, que rodean a un palio que en cuanto desciende del templo a la calle adopta un andar característico cuando todavía es de día. El paso se aleja bajo un cielo celeste, hacia un atardecer anaranjado. Entre el público se escucha: «Le están tocando Virgen del Valle», y la gente asiente, satisfecha.  

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