Cultura

Morir dos veces

Aunque se trate de un hecho de ficción, el teatro y la danza no están exentos de verdad. Isabel Vázquez nos lo demuestra con esta última propuesta

el 22 mar 2014 / 23:48 h.

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Lugar: Teatro Central, 22 de marzo Obra: Hora de cierre **** Compañía: Excéntrica Producciones Idea, coreografía e interpretación: Isabel Vázquez Co-dirección: Isabel Vázquez y Paloma Díaz Aunque se trate de un hecho de ficción, el teatro y la danza no están exentos de verdad. Isabel Vázquez nos lo demuestra con esta última propuesta, un solo de danza-teatro tan sincero como emotivo que supone toda una reflexión sobre la lucha del bailarín contra el paso del tiempo. Si para cualquier ser humano es duro enfrentarse a la inexorable decrepitud que llega a sufrir el cuerpo con la edad, para un bailarín o bailarina puede llegar a ser una tragedia. Y es que por encima del oficio la danza es un ejercicio tan vital para sus artífices, que de alguna manera llega a conformar su ser. De ahí que este espectáculo haya nacido justo ahora, cuando su protagonista está a punto de cumplir los cincuenta años y se pregunta hasta qué punto ella se define como una bailarina. Porque si eso es así, tal y como decía la Graham es posible que deba enfrentarse al hecho de contemplar la muerte de su cuerpo antes de morirse, lo que desde luego no deja de ser un tanto trágico. Y nada mejor para combatir la tragedia que la risa. Isabel Vázquez lo sabe, por eso entre escena y escena se suelta la melena y coge el micrófono para reírse de sus miedos y hacernos partícipes de la obra gracias a un curioso giro de la dramaturgia, tan atrevido como divertido, que supone todo un ejercicio de autocrítica. La puesta en escena remite a un combate de boxeo en el que cada asalto da lugar una época, una emoción y una forma de bailar diferente. Así, la danza va del silencio y el ensimismamiento corporal, que se resume en movimientos pequeños y figuras contenidas, a la explosión del ritmo discotequero que la coreógrafa baila dando rienda suelta a la expansión del movimiento. Debido a su carácter fragmentario el ritmo del espectáculo es un tanto irregular, aunque va creciendo hasta llegar a la escena final, cuando Isabel hunde su cabeza en un saco y se viste de otoño delimitando una poética de imágenes tan hermosas como conmovedoras.

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