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Mucho talento y más talante

el 16 ene 2011 / 08:12 h.

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Pedro Alverto Cruz, en una imagen de archivo.

Y entonces, cuando el cine español parecía una irreconciliable olla de grillos, una caja de pandora mal sellada, llegó Álex de la Iglesia y se hizo la luz. Puso orden en la Academia, reforzó la maltrecha autoestima del sector a base de encendidas consignas y hasta convenció a Almodóvar para volver a la gala de los Goya. Hace falta mucho talento, y más talante, para lograr tanto en tan poco tiempo, y de camino hacerse alguna que otra buena película. Casi nada.

De dónde ha salido este fenómeno, es cosa conocida: antes de dedicarse a gritar "¡acción!", De la Iglesia se licenció en Filosofía y, habida cuenta del valor que este país le da al pensamiento, probó suerte como historietista en fanzines underground. Una de estas publicaciones, La comictiva, estaba dirigida por Torbe, otra gloria del séptimo arte patrio, sección porno casero.

El bilbaíno fue también fundador en su ciudad de uno de los primeros clubes de rol de España, hasta que sus pasos lo llevaron hacia el cine: primero, como director artístico de cintas como la violenta Todo por la pasta, de Enrique Urbizu, y más tarde como realizador de sus propios trabajos.

Uno de éstos, el cortometraje Mirindas asesinas, no pasó desapercibido para todo un Almodóvar, que se mostró decidido a apostar por el joven cineasta desde su productora, El Deseo. Fue así como De la Iglesia pudo probar su talento en el largo metraje, primero con aquella fantasía futurista y lisérgica titulada Acción mutante (1993) y sobre todo con El día de la Bestia (1995).

Este filme, al que le llovieron seis goyas y que sirvió para consagrar a Santiago Segura como uno de uno de los valores más firmes de la interpretación en España, marcaría la línea a seguir: un cine con sello ibérico pero sin complejos; que dominara los géneros (terror, acción, western...) sin renunciar nunca a cierto toque de humor negro; capaz de satisfacer a públicos muy diversos, pero con una genuina e inalterable marca freak.No obstante, Perdita Durango (1997), que iba a ser dirigida en principio por Bigas Luna, supuso su primer gran desastre de taquilla, por más que Javier Bardem bordara su papel de Romeo Dolorosa. Tras la fría acogida de Muertos de risa (1999), una comedia cruel sobre las parejas de humoristas mal avenidas, el director remontó el vuelo con La comunidad (2000), protagonizada por una espectacular Carmen Maura.

800 balas (2002), homenaje a los spaghetti westerns en el que a punto estuvo de contar con Clint Eastwood -pero hubo de conformarse con Sancho Gracia, que tampoco está nada mal- tampoco sería un taquillazo, y De la Iglesia lo sabía: "Sé que voy a arruinarme", confesó a un amigo, "pero haré la película que me dé la gana".

Con la misma determinación abordó Crimen ferpecto (2004), filme protagonizado por Guillermo Toledo que se fue de vacío de los goya, pero logró registrar buenos números en todo el mundo y generosos piropos de la crítica.

A esas alturas, quedaba claro que De la Iglesia no es ni uno de esos directores de culto que trabajan para la inmensa minoría, ni de los que viven sometidos al dictado de la taquilla. Su talento está, ante todo y sobre todo, al servicio del arte, porque es un enamorado del cine con mayúsculas y le rinde culto.

No arrasó con su ambiciosa Los crímenes de Oxford (2007), que contaba en su reparto con Elijah Frodo Wood y el mítico John Hurt. Dos años más tarde era elegido presidente de la Academia, y su gestión habría sido calificada de perfecta de no ser por esa piedra, la piratería, que ni él ni nadie ha logrado aún quitarle del zapato al cine español.

Con su último filme, Balada triste de trompeta, De la Iglesia recupera su humor feroz para ensayar una descarnada metáfora de la condición humana, que ya ha sido reconocida con 15 candidaturas a los Goya: un profeta en su tierra que pone buena cara al mal tiempo: "Aunque se hable mal de nosotros en la prensa, estamos vivos", dice. "El cine español agoniza por nuestra culpa y nuestra torpeza, es cierto, pero hacemos cine y no nos quejamos nunca".

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