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Duelo por el patriarca del Vacie

Ángel Montoya, líder chabolista y activista de los derechos humanos, muere a los 58 años tras una enfermedad propia de la exclusión.

el 08 may 2014 / 12:44 h.

Montoya, en 2007 con el candidato popular Juan Ignacio Zoido. / J.M. Cabello Montoya, en 2007 con el candidato popular Juan Ignacio Zoido. / J.M. Cabello Morir a los 58 años de una enfermedad respiratoria que venía arrastrando tanto tiempo tiene mucho que ver con las condiciones de vida de alguien que no es que estuviera en riesgo de exclusión; es que estaba en exclusión pura y dura». Lo decía ayer Pablo María Fernández, uno de los responsables de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía. La misma con la que llevaba colaborando desde sus orígenes, allá por 1990, este hombre singular y concienzudo llamado Ángel Montoya, patriarca del asentamiento chabolista del Vacie, que moría en la madrugada del jueves en el Hospital de Valme, donde había ingresado este jueves pasado por un agravamiento de su vieja dolencia. Unas líneas de duelo llegaban ayer desde la sede de la asociación:«Ángel ha vivido durante muchos años en el Vacie y ha participado activamente en las reivindicaciones exigiendo condiciones de vida dignas. Ha sido mediador con las diferentes administraciones. Padre de cuatro hijos y dos hijas, se ha distinguido por ser una persona trabajadora y responsable que ha buscado afanosamente que su familia tuviera lo necesario para vivir, no solo materialmente sino favoreciendo un clima de cariño y de apoyo mutuo. La APDHA expresa su dolor a la familia con el deseo de que su ejemplo nos sirva para seguir en la lucha a favor de la erradicación del chabolismo por lo que tanto Ángel luchó. Descanse en paz». En la foto que encabeza estas líneas, fechada en 2007, aparece Montoya junto al entonces candidato popular, Juan Ignacio Zoido, durante una reunión en el campamento chabolista. No es casual. «Ángel era optimista», contaba Fernández ayer, tras su regreso del entierro en el cementerio de Dos Hermanas, localidad donde Montoya vivía desde hacía un par de años. «Su capacidad para creerse que los políticos hablaban en serio cada vez que iban al Vacie era impresionante. Siempre se desengañaba y siempre volvía a creer en el siguiente que venía». Su viuda, Paqui Martín, y sus hijos quedan ahora en una situación un tanto comprometida. Montoya, como decía ayer su camarada de tareas humanitarias, «era, en el mejor sentido de la palabra, un buscavidas»: lo mismo montaba un puesto en un mercadillo que hacía de jardinero o lo contrataba seis meses un ayuntamiento para lo que fuera. El resto del tiempo era para su familia y, cuando podía, para su gran afición, la pesca. Lo último que le dijo a uno de sus hijos, desde la cama del hospital, fue que la semana que viene se irían a pescar. «Ya llevaba cuatro meses con la bombona de oxígeno en su casa», comentaba Pablo, «y era una situación dura para la familia. Al final su muerte lo que revela es eso:que si vives en condiciones infrahumanas, el tiempo te va matando más rápido».

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