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Obamaísmo

Es cuestión de ismos. Ha comenzado la cuenta atrás. Quedan muy pocas horas para que el mundo viva un momento histórico, la toma de posesión como presidente de los EEUU de Barack Obama.

el 15 sep 2009 / 21:21 h.

Es cuestión de ismos. Ha comenzado la cuenta atrás. Quedan muy pocas horas para que el mundo viva un momento histórico, la toma de posesión como presidente de los EEUU de Barack Obama. Su llegada a la Casa Blanca, con el respaldo del voto popular, el de los habitantes de un país que hasta hace muy poco tenía leyes segregacionistas, es una inyección de adrenalina para el enfermizo mundo del siglo XXI. La tarea que tiene por delante es inmensa, mayor de lo que le correspondería, porque su discurso, su compromiso, sus gestos, han esperanzado a gran parte de la humanidad. La herencia que le deja el peor presidente de la historia, y los neoliberales que con él explotaron la tierra, hace que algunos agoreros anuncien el obamachasco. Se amparan en que la principal arma del inminente presidente es un discurso -según dicen- cargado de buenismo. Críticas procedentes de los neocones españoles, y de algún sector en la izquierda que anuncia que no dará la talla.

Para esa tarea de demolición de la esperanza definen los valores y objetivos de Obama como buenismo. Un palabro ausente del diccionario de la RAE, que fue reinventada para desacreditar el talante del Presidente Zapatero y que ahora, por el mismo precio, se aplica al Presidente electo estadounidense. Al mismo que ha conseguido mantener viva la esperanza entre la gente de la calle, que a buen seguro mañana batirá records de audiencias de televisión en casi todo el planeta. Esto debería ser reconocido por los voceros de la catástrofe, muchos de ellos responsables o testigos cómplices de la misma, que sin soluciones en el bolsillo, quieren que los demás vaciemos los nuestros de algo tan preciado como la confianza y la ilusión.

En este pulso entre ismos, quizás no sea el momento para el optimismo, ni para el pesimismo, pero cabe una forma de realismo mágico, el obamaísmo, con el que, con los pies en la tierra, este hombre negro, multicultural y universal, parece afrontar su tarea. Por ello, junto a mi pegatina del No a la Guerra mañana pondré en mi solapa otra con un rotundo y convencido: Yes we can.

Periodista. opinion@correoandalucia.es

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