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Ocupemos las Atarazanas

La Iniciativa Sevilla Abierta debate en su sexta sesión sobre cómo reutilizar los espacios y edificios desaprovechados. La autogestión y la «usurpación de lo público», una alternativa

el 11 mar 2014 / 17:33 h.

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La ciudad de Sevilla viene debatiendo en los últimos meses cuál debe ser el futuro de grandes edificios abandonados, algunos de ellos en estado de ruina, que incluso estuvieron llamados a ser grandes contenedores culturales antes de que llegara la crisis y frenara el impulso inversor de las administraciones. Las Reales Atarazanas, la antigua Fábrica de Artillería, el nuevo auditorio de la SGAE o algunas zonas de la isla de la Cartuja… todos ellos congelados, a la espera de que llegue el gobierno de turno y decida que ya ha vuelto dinero a las arcas públicas o ponga a estos inmuebles en su lista de prioridades. Sin embargo, ayer cuatro ciudadanos, ninguno de ellos ligados a la administración, reivindicaron que no es necesario esperar a que el aparato institucional se despoje de la burocracia y se ponga a funcionar. Con pocos recursos y mucha voluntad es posible recuperar grandes y pequeños recintos, usando para ello como herramientas la autogestión, la imaginación y, en algunos casos, la ocupación de lo que es de todos, del espacio público. La Iniciativa Sevilla Abierta (ISA) celebró ayer la sexta sesión de su ciclo de conferencias y debates sobre ¿Quién está pensando en la Sevilla de los próximos 20 años?, en esta ocasión centrándose en Propuestas para reutilizar los espacios y edificios desaprovechados. Para abordar esta cuestión, el periodista Carlos Mármol fue el encargado de moderar el foro, en el que participaron como ponentes dos arquitectos, una psicóloga y una artista. Todos ellos responsables de proyectos de recuperación urbanística, que vinieron a coincidir en que «le damos demasiado poder a la administración a la hora de solucionar estos temas». Laura Calvarro es la copropietaria de Delimbo Art Gallery, una sala «por la que nadie daba nada cuando la creamos hace ocho años y que hoy sigue funcionando». Fue responsable de la intervención de la artista neoyorkina Olek cubriendo de crochet la estatua del Cid. Además fue una de las fundadoras del proyecto comercial Soho Benita. En su opinión, «las administraciones quieren que pensemos que sin ellas no podemos hacer nada, porque en realidad no quieren que emprendamos, tienen miedo a la iniciativa de la ciudadanía, porque saben que podemos demostrar que las cosas se pueden hacer». Esta galerista defendió que «nada es imposible si hay una actitud proactiva». «Nos tienen amedrentados diciéndonos no a todo, que no podemos hacer nada, y no es cierto. Yo creo en el individuo, en la autosuficiencia y la autogestión», añadió. Calvarro recordó lo ocurrido con la intervención en el Cid. «Nos costó meses que el Ayuntamiento nos cediera el uso temporal de una escultura que es pública, pero luego a Sevilla le encantó». También participó en la iniciativa Esto no es un graffiti celebrada en el Cicus, que inicialmente se iba a limitar a una pequeña estancia, porque «no había presupuesto para más», si bien al final se todo abordó todo el edificio «con los mejores artistas urbanos, porque no todo es cuestión de dinero». Celia Castro es portavoz de la asociación DesCentrados, dedicada a la recuperación de espacios abandonados fuera del casco histórico. Esta psicóloga expuso la iniciativa que están impulsando en la barriada Huertas de Santa Teresa para la reapertura del Mercado Cruzcampo, fundado en 1962 y sin uso en la actualidad, para el que han elaborado un proyecto comercial, social y cultural. «El edificio fue cedido durante 50 años a una empresa privada y ahora es del Ayuntamiento, que se ha encontrado con un inmueble que lleva diez años abandonado y con unos recursos que no le permiten hacer mucho», señaló. Ante esto, su asociación se reunió con los vecinos y diseñó una idea, tomando como referencia lo que se ha hecho en otras ciudades con mercados similares. «El Consistorio nos fue rechazando todo lo que pedíamos, pero fuimos haciendo actividades para hacernos visibles, como un cine de verano en la calle, para el que pedimos un permiso que todavía estamos esperando. Llenamos la fachada de fotos de los vecinos, organizamos un campeonato de minifútbol en la calle… todo para reivindicar que hace falta un espacio público». «El poder y la rigidez de la administración se lo damos los ciudadanos, que creemos que no hay otra forma de recuperar estos edificios que con ellos. Hay que apostar por la autogestión», comentó. Santiago Cirugeda, arquitecto e impulsor de la red de arquitecturas colectivas, también defendió la iniciativa ciudadana libre de la administración. Como ejemplo puso La Carpa, espacio artístico junto a las avenidas Asociaciones de Vecinos y Carretera de Carmona. «Parece que usurpamos algo que no es nuestro cuando tomamos edificios o solares abandonados por las administraciones, como en el que tenemos nuestro circo», lamentó este especialista en arquitectura efímera, que recriminó a las administraciones su falta de apoyo a las iniciativas ciudadanas, llegando incluso a retrasarlas, además de no ayudarlas. Y puso varios ejemplos en los que «usurpar es pertinente», como cuando «el centro cultural el Matadero de Madrid tiró a la calle 70.000 euros en maderas de una exposición ya concluida», que él recogió y empleó en la construcción de su carpa. «El Ayuntamiento no permite ningún modelo de autogestión al tiempo que mantiene sus edificios vacíos y deteriorándose, algo que podría ser denunciable», dijo tras recordar casos como las naves de Renfe de San Jerónimo o la Fábrica de Vidrio. La arquitecta Sara de Giles Dubois, con un estudio a medio camino entre Sevilla y París, fue una de las responsables del proyecto de la Plaza de la Libertad, propuesto y descartado hace años para soterrar las vías del tren desde Santa Justa. A su juicio, aunque «la sociedad tiene miedo a los cambios, estas iniciativas deben tenerse en cuenta». Esta urbanista pidió revisar cómo Sevilla ha crecido en los últimos 20 años antes de pensar en las próximas décadas, llamando la atención sobre las «heridas urbanas» de la ciudad, tales como las vías no soterradas o la SE-30 rompiendo el Parque de Miraflores, o las barreras que proliferan en los últimos tiempos. «Me hierve la sangre cuando veo espacios que hace 20 años estaban libres encarcelados, desde isletas ajardinadas, parques, edificios públicos o incluso la orilla del río. Es una obsesión. En todo el mundo hay vandalismo y esto no pasa», lamentó, poniendo como ejemplo el parque del Cristina. «Sin vallas y sigue en pie. Hay que repensar lo que estamos haciendo con Sevilla».

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